quinta-feira, 17 de junho de 2010
CLAVE FINAL
Selección de poemas de CLAVE FINAL (Ediciones del Mirador, Montevideo, 1982)
(FINAL)
Cierro todo ciclo; en mí me acabo.
Tiresias contempla al travestí en silencio,
por siglos se responde un eco humano
y en mí me acabo.
ANDRÉ GIDE
A veinticinco años de su muerte.
Hombre André Gide, inútil reflexión,
por qué tejiste telarañas de tinta
para la pura gota de un amor?
Ya no nos estremece el fuego adolescente
con que incendiaste los sótanos de tu provincia.
Hombre André Gide, tu historia
estaba lejos de los soles de Argelia.
Otra carne sin luna y clausurada
te reclamaba el sueño del árbol que penetra
el retorcido camino hasta su muerte.
Otros peces navegaban entre hojas podridas
hacia las gargantas quebradas de la sombra.
Por qué no se entregaron tus manos al misterio?
Por qué te resististe al quieto poderío
de los montes sumergidos?
Hombre André Gide, inútil
reflexión, emprendiste tu viaje de varón hacia el ancestro
como si fuese terreno todo viático
y espejo de tus ojos cada signo.
Pero no te olvidamos André Gide:
es estrecha la puerta y nadie puede
arrojarte a la cara la piedra que querías.
EL OTRO (Arthur Rimbaud)
Antes fue la despedida
y un llegado torrente de silencio.
Yo estaba por debajo entre heridas inversas,
arponero que remonta cuándo
vio su cuello quebrado contra la insorteable superficie?
El torrente llegado se estrellaba
y era canto y el fuego era una danza entre las cañas
que el aire quemado cantaba como negras espirales
o poemas.
Mis manos se rompían en soles estrellados
por cielos repetidos cada noche. Yo vi
mi cabeza danzar entre las olas
sin que nadie cielo afuera la mirase.
Tendido sobre el vado una alegría feroz
me desabotonaba las costillas
para cantar mis ojos como estrellas
rebeldes y las estrellas rajadas como uñas.
Verdes mataderos de la noche,
los cielos delirantes me engendraron
—antaño, si me acuerdo bien—
en el blanco gigante, el universo
puro de silencio, ojo azul de silencio
que guiaba su veloz eternidad.
Antes fue la despedida
y hubo un tiempo de amor para los hombres
—la piel curtida fue usada por testigo
de mi falta de amor: ellos me amaban—
y otro tiempo llegado de torrente
y estrellas invertidas cómo
podrían estarlo bajo su silencio
todo Purgatorio
espera rota?
SON RESACA
Son resaca de mar y de locura,
son de fuego de noche, son de piedras
ardidas, arena y pesadilla, son
de ojos arrastrados,
de cueva que se hunde,
de garganta de miedo. Son
de noche degollada,
de planeta
estallando vacío.
CORO DE LOS MANIQUÍES
Nosotros, los engañosos hombres de cartón,
los sin aliento, los inmóviles, nosotros
fuimos los desnudos
por retazos de playas, y corríamos.
Pero no pongáis un espejo en nuestra boca,
no miréis nuestros ojos congelados: somos
casi clamor de niños derrumbados
y redes telefónicas. Somos
vuestras voces repetidas
hasta el silencio ahogado detrás de las vidrieras.
Después nos abortaron la flor en nuestro vientre
y os erizó como sal nuestra cintura.
Nosotros vimos el sudor en vuestras manos
y nos pusieron una prenda sobre el sexo
y estallamos por dentro hasta volvernos
teatros devastados, rotos bastidores
para este traje de emergencia hacia la muerte.
Ay las caras quebradas aquel día,
ay resortes impotentes,
ay prometidos de las mudas playas.
Pero no busquéis un gesto en nuestra cara,
no pretendáis piedad de nuestras manos.
Somos los jurados del cartón y la mentira.
Somos los quietos centinelas de los pasos
que pisáis y que sólo
modelan vuestra muerte.
CÓMPLICE
...”y se hizo un silencio como
de media hora en el cielo”
Apocalipsis, VIII, 1.
Yo soy cómplice de los ascensores,
aunque por las mañanas
hay naranjas tiradas en los días
que vuelvo a recorrer
y huyen voceando periódicos urgentes
desde ómnibus de anónimos boletos.
El ascensor comenzó a tragar el sol,
y naranjas y ayeres y caballos
se tragaron el sol cono una culpa, y hubo
un silencio en el cielo y un instante
de angustia mineral en la sonrisa
exacta
de la chica fotografiada en el aviso
donde estalla su suicidio cada día.
Voy ardiendo un segundo detrás de mi perfil,
me crepitan los dientes como culpas
en el tragado espectro de su incendio,
no toco, casi
mordiendo su clamor
(un silencio en el cielo)
cómplice,
(como de media hora hasta su muerte)
me delata este brillo de bufones en los ojos.
TRAVESTÍ
Ángel barroco, siempre
el muchacho agrietado detrás de las violetas
estira la punta del deseo
hasta tus dedos. Aquí una calavera
estalla en tu sudor,
una mano judía te tuerce del destino,
se durrumba, grita un agorero
tu horóscopo de miedo
y se destruye. Orfebre de la nada:
un sudor nuevo, casi nada
en tus dedos.
EL SE MUERE
Adiós. El
se muere y ya no soplo, no
tengo costillas, muere
de verano gigante,
de perla salvaje que se muere,
de rosa barroca que estalla como un templo
y yo no puedo
reclamar los secretos que incendié,
las torres que alcé para su pétalo,
este perfume a incienso
de rosa de
nada.
Adiós. El
se muere. Se desvanece abolida
su larga dinastía. Ah, se muere
la gloria, la serpiente sabia y medieval del mundo
muere, depone su imperio cada miembro.
Derrumbado castillo, cuerpo
ardido y amado. Adiós.
Dura ley de un verano. El
se muere.
NOCTURNO
Noche, puta vigilante,
te canjeo tu ilusión, yo te doy
el contrabando armado por los hombres cada día,
te compro tu mentira.
Yo traiciono tus trampas y atravieso
tu aduana más furtiva.
Yo soy la bestezuela salvaje en tus collares,
yo soy la prostituta y el que no soportó
la pesadilla y huyó y soy
el travesti fantasiado en tus ampollas.
Yo le canto a tu danza de gatos encelados,
soy el trueque de tu gozo,
mi reverso, mi negado
perfil iluminado, mi piel
tres veces acosada en sus fronteras,
mi parcela de sol, mis cercadas
palabras.
FUI EMBORA
Fui embora, fui embora,
ninguém viu, irmãos, ninguém viu
o cavalo sobre a água?
El cuerpo quedó sobre la playa
como ropa caída, mi camisa,
estas medias llevadas por el viento.
Yo habitaba mi cuerpo,
yo pisaba la arena,
yo era el dueño del agua y del caballo.
(Y el miedo me crispa las espaldas
para no derrumbarse como un rosal podrido.
Y la alegría me alza por los brazos
como a un amenazado)
Yo habité el horizonte vertical y el cielo de la ira.
Y nadie, hermanos, nadie vio
el jinete sobre el agua?
DOMINGO POR LA TARDE
Domingo por la tarde, ya es la hora
de contemplar la ausencia de mi rostro
siete días postergado.
Nadie impedirá un domingo por la tarde
que desarme lentamente mi mentón
si la mueca de angustia ha sido en el silencio
que abandona el secreto de los huesos
y sólo fue sudor mi antiguo desaliento.
(En el vacío de este cuarto y de Beethoven
la muerte mueve el ajedrez
de cada una de mis vértebras)
Puedo enredarme las venas este día
hasta invertir el curso de la sangre.
Puedo oír la callada sinfonía en mi cuerpo
entonando el regreso hasta su ausencia.
Puedo morir un domingo por la tarde
siete días detrás de mi esqueleto.
LITURGIA
Meticulosamente deshice el cordón de los tobillos,
abrí el cinto del vientre
y bajé con cuidado las caderas.
Me desabrocho con minucia el pecho,
me quito la máscara facial desde el mentón hasta la nuca
y si un escalofrío dorsal me delata la columna
la pliego como un feto
cada madrugada.
POR QUÉ
Este circuito, vida
ardiente, rota pasión
girando entre mi ropa
su fatiga, su grito
volcado entre mi sangre.
La vida va erizada de su muerte
detrás de esta sonrisa, detrás
de esta diaria palabra de argumento
que se piensa y corrompe en las mañanas.
Y entonces por qué, por qué viene la noche
pura, azul, indiferente, fría
EL ENAMORADO
I
Te busco en el castillo de mi cuerpo, soy
un rey abandonado en su palacio,
soy el tirano de mis mudos huesos.
Clausurado en mi cuerpo, te persigo
en la carrera de mi sangre,
te veo en los ojos que me arden
hasta girar la órbita de su reposo último,
te siento impenetrable entre mi vientre
como una dura catedral de vino.
Rey demente en su país de sangre,
te recorreré por estancias agrietadas
hasta que estalles la frontera de mi piel,
hasta que alumbres mi hueso con tu hueso,
hasta que oigan caer el esqueleto
tu acantilado varón
y mi destierro.
II
La noche, la alta noche sostenida
de celeste sonata y lenta esfera,
sucumbe si te pienso,
oh noche de tu cuerpo, desvarío
de laúd, cuerdas que sólo yo tañía.
Te oigo todavía vibrando entre mis manos
y la noche de nadie y lenta esfera
crece sola, arde sola
para nadie
su incendio de sonata.
TIEMPO
El tiempo, el ese tiempo
el esa cuerda a quebrar la
nota detenida
el tiempo detenido y siempre
tiempo moviendo sus rodillas
moviendo, articulando
hueso y las palabras, los
molinos de miedo
las astutas ciudades que le giran al
el mañana muerta
y el después quebrado
y el amor de otros días a quebrar
la nota —agarre
y despedida.
HORA DE SAL
Esta es la hora amarilla de los lobos.
Esta es la hora de los huesos incendiados
como columnas huecas al pie de su derrumbe.
(Hay dos mil pistas de sabuesos
hasta las uñas profanadas de todas las estatuas)
Esta es la hora compuesta en que el actor sudado
grita su penúltimo monólogo
¾y en la playa la roca no resiste su horrible desnudez,
la arena silba su delirio
en la boca esquelética del pez muerto y reseco.
El grito del actor cava un túnel de miedo
porque ésta es la hora de los lobos,
porque ésta es la hora de la sal amenazando
la espalda agotada de las cruces.
Esta es la hora en que vuelven el lomo los relojes.
Esta es la hora en que el hueso no resiste su desvarío de siglos.
Aquí ya no soporta el polvo sus columnas.
Se derrumban las torres en sal y dinamita
para quebrar el último grito de la estatua.
Aquí la boca rota de las piedras.
CIUDAD
I
En la hora seminal de los taxímetros,
cuando la manada gris de las panteras
ruge hasta rajar bajo el asfalto,
cuando Yo río y exhalo el aliento del mar contaminado
y el alquitrán que me recubre me llama
Península.
A esa hora peninsular,
cuando las voces interrogan el istmo destruido
alzo mi lomo y no toco
las islas.
No os concedo los muelles
en playas inquietantes?
No escucháis ese gemido ordenado de la hora?
No desciendo la escollera:
J’ai seul la clef de cette parade sauvage
CIUDAD
II
Dice desde la Escollera:
No es la maldad mi signo
aunque destruyo.
El penetrante llamado de los buques
me eriza por veces en la niebla
(¿qué luna no tienta
el irritante ciclo?)
cuando petróleo y agua
y ese escozor en las rocas
me rodea.
Un día lo vieron
(tampoco es la bondad mi signo)
y me dieron un nombre para sostenerlo todo.
En mi boca está la base de lo perecedero.
Mis ostras renacen
sin voluntad ni sino
y desde mi piedra
es la eternidad quien me desnuda.
21 DE MARZO DE 1976
I
Nadie quiso este canto
desalojado.
No fui yo quien lo quise
desterrado.
21 de marzo, otra estación
que nadie quiso,
en vano gritarán los hombres,
no la quieren,
nadie quiso esta frontera
desalojada,
nadie este día de otoño
clandestino.
II
Pero esta soledad, el día
21 de marzo, el cuatro metros
21 de marzo, el cuatro paredes.
Pero el otoño y esta soledad del mundo
de 21 de marzo, y la dolencia sola
el 21 de marzo. Se destierra un hombre
a su soledad de hombre el 21 de marzo.
III
Pero el otoño ahora.
Pero el otoño.
Desalojado otoño
de todos los otoños
acontecidos.
Otoño obsceno
expulso de su propio 21 de marzo.
Otoño solo y de cenizas.
Pero el otoño ahora decretado.
Pero el otoño de los silenciosos.
Pero el otoño.
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