domingo, 20 de junho de 2010

ECLIPSE

Alfredo Fressia

Criar seu atalho






Selección de poemas de ECLIPSE (Civiles iletrados, Montevideo, 2003; Alforja, México, 2006)



CANON DE ECLIPSE

Entre el tercer y el segundo milenio A.C., los caldeos ya habían descubierto que cada 223 lunaciones, es decir cada 18 años y 11 días, se producía una serie fija de eclipses de sol y de luna. Los griegos llamaban a este ciclo con el nombre de Saros, del asirio sharu, “repetición”. Hoy, las listas de eclipses de sol y de luna incluyen los que se suman al ciclo de Saros, antes imprevisibles, y se publican en libros llamados Canon de eclipses. El más conocido es el de Theodor Ritter von Oppolzer (Praga, 1841-Viena, 1886). Su primera edición data de 1887, en el volumen LII de las Memorias de Matemáticas y de Ciencias Naturales de la Academia Imperial de Viena. En ese canon se encuentran 8000 eclipses de sol y 5200 eclipses de luna. No figuran sin embargo los eclipses de luna en penumbra.



[Tales de Mileto, Hiparco, Sulpicius Gallus] Oh gigantes sobrehumanos, que sorprendisteis la ley de esas grandes divinidades y liberasteis el espíritu miserable de los mortales, quienes ora veían espantados desgracias en los eclipses o una especie de muerte de los astros -temor que el eclipse de sol, como es sabido, inspiraba a Estesícoro y a Píndaro, esos poetas sublimes- y ora creían que la luna era víctima de maleficios y venían en su ayuda con ruidos disonantes -por haber temido ese fenómeno del que ignoraba la causa, el general ateniense Nicias no osó sacar su flota del puerto y arruinó así el poderío de su patria- ¡honor a vuestro genio, intérpretes del cielo, vosotros cuyo espíritu abarca la naturaleza entera, inventores de una teoría que os dio la victoria sobre los dioses y los hombres!
Plinio, Historia Natural, Libro II, 9.


Sucederá aquel día
-oráculo del Señor Yahvéh-
que, en pleno mediodía, yo haré ponerse el sol
y cubriré la tierra de tinieblas en la luz del día.
Trocaré en duelo vuestra fiesta,
y en elegía todas vuestras canciones;
en todos los lomos pondré saco
y calvicie en todas las cabezas,
lo haré como duelo de hijo único
y su final como día de amargura.
Libro de Amós, VIII, 9-10



ECLIPSE

Sabías que esa noche llegaría, la del sistro de caliza
yaciendo en la caverna, en silencio los lobos
y los hombres de manos artífices, tan diestros
en el arte de morirse.
¿Y tú, ahí afuera, te sorprendiste herido por los astros?
Ya no palpitan, no son almas donde huía fugaz una pasión, esta vez
nacieron opalinos huevos del eclipse, esperando por abrirse
en el derrrumbe. Caerán sobre la tierra que pisaste, planetas huecos
de la primera cuadratura, piedras rotas sobre el cristal que habías historiado
con tus viejas escenas de caza en Nínive.
La hora llegó, ya viste demasiado el pergamino de tu cielo.
Ya sabes que tu pecho en negativo no acusa corazón ni familia ni nada
de sagrado, Fressia irremediable, sólo esa ostra celeste hecha de tiempo,
madreperla menguante (no repitas la mala suerte en el eclipse)
donde volvía a nacer siempre tu padre, indagando inútilmente
por un hijo, su mensaje en el tiempo, huellas digitales contra el vidrio
empañado de futuro y a ti, botella al mar, te tragaba el torbellino,
dorsal, desde los Apeninos a la pampa.
No nos fijemos en detalles, eso
era el futuro, ya lo sabías refugiado en el vientre del bisonte:
eras hombre y mujer, y el cielo fue un desierto
donde ardió media hora la fogata fría de tus huesos,
y estaba escrito que no hubiera bordes ni destino
ni esperanza de morir cercado de tus hijos, el semicírculo acosado
desde antes de nacer. No te veo acariciando sus blandos esqueletos,
tus niños muertos (de joven llorabas), canciones para danzar
entre los dientes de papel del dragón chino, tan manso
como las lunas rupestres de cada aniversario, recién nacían,
eran las últimas sombras del eclipse, mientras el sistro, Fressia,
te seguirá esperando rajado entre tus manos.



LOS PERSAS

Según Herodoto, la armada de Jerjes
ya había dejado Sardes camino a Salamina,
cuando el sol empezó a abandonar su lugar en el cielo
y a desaparecer. El día, sereno y sin la sombra de una nube,
se fue transformando en noche. El sol
tomaba el color del zafiro y, al mirarse entre sí,
los hombres se veían pálidos como muertos.
Todas las cosas parecían bañarse en un vapor oscuro.
El estupor y el espanto se apoderaron del corazón
de aquellos hombres jóvenes. Jerjes veía el prodigio,
lo siguió con atención y preguntó a sus magos
lo que significaba. El cielo, le respondieron,
anunciaba a los griegos la destrucción de sus ciudades
pues el sol, decían, es el astro profético de los griegos,
y la luna el de los persas. Jerjes, suspendido,
se encantó con la respuesta, alivió a sus hombres
con palabras confiantes y -no callará nunca
Herodoto- ordenó que retomasen la ruta.

Al morir lo comprendieron: morimos
de un eclipse, eternos como el zafiro,
y seguiremos el retorno de las lunas
mientras un Coreuta recite nuestros nombres.
Fue sólo para eso que vivimos.

Jerjes murió en palacio, asesinado por un traidor.




NÁUTICA


Hundido Nicias, náufrago en cautela,
Nicias ateniense, necio general,
dijo Plinio, el Viejo y sin dientes:
Quo pauore ignarus causae Nicias Atheniensium imperator,
ueritus classem portu educere, opes eorum adflixit.
¿Entenderás ahora? Arruinaste a tu patria por un eclipse vano, le temiste
a la luz de película vieja, la matinée en que una flota
ya no salía, por su mal, del puerto.
Mala prensa de los militares, Nicias,
sólo los poetas te recuerdan.



PÍNDARO INTEMPESTIVO



Eclipse de Tebas, ¿vuelves otra vez del breve exilio
para apagar el sol de Montevideo? ¿Traes tú
el anuncio de otra guerra, la ruina
de nuestras cosechas, alguna innombrable tempestad de nieve
donde se oculte el temblor de los tiranos, o un desbordamiento
del mar que vendrá a vaciarse península adentro? ¿Será el hielo
sobre el descampado o un verano que los vientos del sur
harán derramarse en sudestadas furiosas?
¿Vas a inundar la tierra y expulsar a los hombres aterrados?
¿Nacerá entonces otra raza entre nosotros? ¿Y seremos otra vez
fantasmas sin bordes bajo la penumbra?





ANOCHECER EN LA TORRE


Úrsula punza la boyuna yunta
Julio Herrera y Reissig


¿Ves? Siempre retumba antes de la huida, brusca
la tarde se derrumba. Úrsula ya no punza
la boyuna yunta y aún no duerme la penumbra
en la espesura. ¿Una tundra? La instantánea oculta:
“Une station balnéaire sur le Rio de la Plata, 1900”
o antes, cuando sucumban los montes en fuga
al túmulo del mar. ¿Ves sobre la playa una medusa
gigante como la congoja? ¿Úrsula no pregunta?
¿Qué lengua muerta el alma pronuncia? Punza
la noche, la cena, la persiana abrupta.
Una mosca perturba la órbita nocturna,
está extraviada, zumba.




PREPARACIÓN DE UNA CENA


Con el ojo irisado de la muñeca china,
la de la seda inconsútil como piel, aquilato
el reflejo jade de las venas, en reposo
las aves à la campagnarde. Contemplo mucho tiempo
la interrogación lujuriosa de los cuellos
hasta ejecutar con destreza la fina arte cisoria.
Examino las alas sobre la marquetería del trinchante.
El abanico de tersa malaquita
esconde las respuestas.





HIGIENE



olho muito tempo o corpo de um poema
até perder de vista o que não seja corpo

Ana Cristina Cesar (Ana C.)


Apagón y lluvia
la noche del eclipse,
no se pudo ver nada.
En casa me sequé, tomé café oscuro
y con la manga me limpiaba la sangre
en las comisuras de un verso de Ana C.




LA TABLA DE MENDELEIEV

Dimitri Ivánovich Mendeleiev
(Tobolsk, Siberia, 1834-San Petersburgo, 1907)

Dimitri Ivánovich, amigo puntual: te lo confieso,
últimamente ando desencontrado, se me confunden
las lunaciones, supe que me hacía trampas
el solitario, toco y no me cierra
la escala periódica entre los dedos.
De noche no duermo, y recorro en la tabla
los metales más raros y pesados,
aquel del cansancio milenario que previste sin saber nombrar,
mineral, salado, el de la estatua.
Fui presionando con las yemas de los dedos, encontré amantes
escondidos atrás de los jacintos, era entre el umbral y el cielo,
y vi los genios que bajaban por los cipreses para tocar a los muchachos.
También contemplé el vientre atómico
de las cruces y las flechas, abierto bajo la luna llena:
se maldecían de tanto que se amaban.
Entonces fui un amante metafísico (era el cansancio)
y absorbía los Valores con los labios secos.
Me disfracé de pastora en el Segundo Imperio y consultaba las tablas
historiadas con grabados de Doré. Mi perfil era griego
y abrigaba sonetos con la lana del rebaño
que le robé a Virgilio. Tenía el plectro
engarzado con metales preciosos,
y otros que no eran preciosos, Dimitri,
lo confieso, pero eran mi tabla de salvación.
Después vino el otoño, y los metales volátiles,
los del vino que mareaba el sueño de los dioses,
me desviaron las manos hacia el sur,
¡Islas Marquesas!, gritaba el equipaje,
a rehacer la escala inevitable.
Hablé aliviado con el Inca en Cuzco,
le pedí consejos de coquetería en el futuro
próximo y lejano y el futuro futuro
de tu Tobolsk inversa, y me descubrí en la playa
en brazos de un Marqués rubio y ciego
e impotente y sabio.
Dimitri, hice tabla rasa del orden de los elementos
y giro entre trece signos nuevos para mi horóscopo
de estrella sin galaxia. Se me saltean peldaños
en la escala, y oigo la risa de Jacob
por las fisuras del universo.




“INCOMUNIDAD”



A Alberto Augusto Miranda, en Lisboa,
divulgador del neologismo



Fue el día en que el deseo y la guerra entraron en eclipse,
vi la lenta caravana de los pies sobre la tierra
ávida de muertos, lo mejor y lo peor
de la especie, para siempre desgarrados.

De cerca vigilo la desintegración de los átomos (densos,
los de la materia, leves los del alma, previdente Demócrito)
y el nuclear estallido de un poema, inútil estrategia
para la batalla, el final del motín, los juegos de tumulto

o del amor. Lavo los restos húmedos del odio, he coleccionado
secretos de boudoir, ya no ven el objeto
ni el deseo, momia eterna (como los átomos,
tierno Lucrecio) de mis dulces animales prehistóricos,

mis blandas bestias incomunes, décadas
rumiando la nostalgia de las horas. ¿Era esa
la naturaleza de las cosas? Desarmaban
el corazón del reloj, atómico Big Ben,

biológico de gente para amar, le daban hijos,
lo envejecían, se percibía en el espejo historiado
con Aquiles corriendo, y la tortuga, cuando empezaron a morir,
disgregados, un blanco de memoria en los años sesenta

o en la borra de café donde no leo los átomos tenues de la caravana
errante, ni país ni la ilusión de fundarlo bajo la luna nueva,
mis viejas barajas marcadas de alzheimer en la manga.
Delira la materia, la naturaleza es un vértigo gigante

para que huya un verso, trampa del cero, el universo.




LECCIÓN DE HISTORIA


Llegamos juntos los vivos y los muertos, venimos
por la ruta de la seda, los cien mil
hijos de todos los santos, listos
para atravesar los Pirineos. Traemos los cinco sentidos
engarzados en el collar de la paloma, o los suspende en la mano
la dama del unicornio. Jugamos a las Guerras
de religión, versátiles como argumentos
en la controversia de los ritos chinos.
¿Querían ver a Margarita de Angulema, reina de Navarra?
Aquí está. El blanco rostro, sagitario de cal envuelto con su manto negro,
sola, lejos de su máscula madre y su hija trágica, nos mira.
Durante los cincuenta y siete años de su vida
quiere entender: “Los mansos heredarán
la tierra”. Como nosotros, ella ve transfigurarse en aro lunar
el eclipse de sol, son velos inmóviles
sobre la nave del destierro, vendas blancas en el rostro
de la reina, la veladura fanstasmal en el último retrato.
A veces los muertos nos abrazan, somos jóvenes
en un café de Montevideo (L’eclisse de Antonioni
era de 1962, el silencio de una noche de verano
en una ciudad industrial donde aún se oyen
los ruidos insistentes de la naturaleza). Estamos
entre la vida y la muerte, tejemos la belicosa tapicería de Bayeux
para cubrir de paciencia los muros del Cementerio, el mundo
es una tierra rasa golpeada por el viento. Y miramos el cielo. Todavía
guardo fotografías del eclipse, como mapas
o arcanos del Tarot. Un modo de ver
imágenes mal reveladas, o están floues, se nos mueven
los bordes. Ci-gît François Ducasse, pero Isidoro el hijo
yace en estampas radiactivas, meteoritos
con carga eléctrica de Urano, la tortuga de Esquilo
caída sobre el Uruguay. Yo soy el más joven de los muertos,
reconstruyo el mundo en mi lección de Historia y le beso la sandalia
a Empédocles, en silencio, después de la explosión.
El eclipse local de sol del 28 de octubre de 1536
duró 2 horas 24 minutos (se sabe hoy). Margarita de Angulema
lo contempló en Pau junto a sus enanas que leían hebreo.
Nostradamus tenía 33 años, y el eclipse venía desde antes, solapado
por la noche oscura (del alma, se sabía entonces): Por eso durará
como el recuerdo, y será amargo. Vendrán los brujos montevideanos
de la aurora, los de las palabras nuevas, ruidos de la naturaleza
al occidente de San Pablo, las llaves en la mano
para girar las manecillas del reloj
y el perseverante libro de las horas
de exilio y pocas de reconciliación. Margarita
lee lo que no quiere, no creyó en la Transustanciación
ni en la intercesión de la Virgen, pero sabe que los mansos
son hombres lobos durante el eclipse.
Después quedamos fijados para siempre
como la reina en su manto negro, el que usó
para posar en los austeros salones de Nérac,
enterradas las fotos, huesos sobre las cartas celestes,
estas joyas del ancestro en la carrera.




DIARIO DE CAZA


Duró toda una noche. Navegamos
más allá de las columnas, lejos los bosques
donde ríe una diosa y las estrellas
sin memoria apuntaban al lunario. Yo les robo los pétalos
a las plantas carnívoras del jardín de las delicias.
Acecho sobre la escotilla, enhebro collares vegetales
para los tripulantes de efímeras gargantas. Mis dedos ágiles
siguen la línea sinuosa en el elzevir:
Estos son los ríos de Babilonia, se suben
en busca del olvido y vuelven siempre
soberbios como un planeta. A veces me detengo
en los jardines suspendidos del imperio, y ejercito
la muerte en mis últimos torneos de cetrería.
El Centauro me afiló los dientes y las uñas, tengo
la avidez de trece lunas llenas, y del viaje sólo recuerdo
unas cartas de navegación hundidas, una cacería
de altura y el canto de los marineros.




EL VERGEL Y LA LAGUNA


Yo también fui a verme en la laguna, junto al vergel inmóvil,
el de las bayas solemnes como hostias. Era yo y era el pasado, la resaca,
mala espina el primer día de un destierro, mi vez
de besar el abandono mientras yacía la espada de Lisandro,
ganador de batallas, en la orilla. Vi las frutas del tiempo
en la naturaleza muerta, mi sazón
de viejas ordalías, las dos manos y un círculo de lunas
negras latiéndome en el pecho. Si giro a la derecha
los dedos empuñan el cuchillo, arden heridos por la espina
y se crispan como un Peloponeso.
Con la izquierda hundo las uñas en la pulpa, momia sin color
mordida por un Dios y cuatro hombres,
dos soldados, dos ladrones bellos como el crimen.
Un moscardón y un ángel vuelan sobre la laguna, yo me ahogo
en el reverso del mundo tenuemente iluminado
tras la piel del fruto.




PENITENCIA


Paso la noche ordenando los juegos imprudentes del insomnio, hago madejas
con los hilos de seda sueltos en mi sambenito. Digo piedad.
Tejí entre las costillas las dos alas de San Andrés, punto cruz
de un viejo talismán contra el remordimiento.
Llovió. Oigo la gotera en la cocina mientras rezo
para que surjan otra vez brillantes, madre mía, las murallas de Ur
húmedas sobre la arena, la sábana tibia de mis hecatombes,
gansos que degollé en el Capitolio. Quiero volver al vientre
y velo inmóvil sobre la tela de arañas venenosas. Las cuento
una por una, hasta que sucumban hambrientas como pensamientos.
Rezo. La gotera no cede en la cocina. Acostado
soy blanco y gigante como el arrepentimiento. Vivo para pedir.
Perdón por la memoria porosa de la arena, perdón
si hundo mi oído en la almohada de plumas
y me oigo flotar tras la muralla, Amén.




PLAZA MATRIZ


muero de un pensamiento mudo como una herida
Delmira Agustini

De noche entré en la fuente por el friso, no quería
salir del laberinto, giré mucho tiempo alrededor
del pensamiento mudo como una herida,
y del otro que hablaba, Delmira,
pero no lo quería oír. Seguí las sombras verticales
o eran santos flotando bajo el agua, siderales
guerreros suspendidos, y el pensamiento
decía algo sobre las criaturas de la aurora,
las de alas entreabiertas y tiesas como amenazas,
o tal vez fueran alas impostoras, muelles
tules de la luna. Las saetas de san Sebastián
seguían ardiendo entre palmas sumergidas
y yo bajaba por el pensamiento, echaba
burbujas por la boca, versos, pociones blancas
de Cosme y Damián vagando por el agua.
Matrices del dolor, se me enredaban los pies entre las algas,
eran peces predestinados a la herida.
Los Mártires decían Hodie desde siempre,
los veía hundirse, y yo también cayendo
en la herida del tiempo, la llaga incubada de futuro:
Aquí están los moluscos del Hodie viscoso,
atrás viene el pasado,
las caracolas abandonadas donde se refugia
un rey monstruoso cercado por las torres.
Los muertos y los santos navegan sin destino
mientras dura mi vez de hacer tierra en Gaeta
para después morir extrañamente, Delmira,
y en la mañana emerger de la fuente para oír
el trepidar del polvo en el camino.




BALDÓN


D’entretenir Titus dans un autre lui-même
Racine. Bérénice, 272.

Si era un poema de escarnio y a deshora,
¿por qué flotaba frente a mí,
sobrenatural, inútil agua viva?
¿Por qué hablaba del mar si los muertos
rondaban para siempre en playas planetarias,
mientras yo me quemo perdido en la marea?
Las sílabas ardían y me salían frases o cenizas
de mis otros yo mismo, los muertos
que me abandonaron cuando más los precisaba.
Roque el inventor se hundía en mi poema,
mar fantasma donde siempre
es antes del comienzo y para Jorge es tarde
reclamar la promesa entre los versos, a pecho abierto
clamando la sirena.
¿Y yo mismo, el otro, pulpo enredado entre las letras,
sin saber escribirlo ni tampoco qué tintas tatuaban
la gaviota embalsamada en la nuca de Jean, piloto inmóvil
de su ataúd por cuerpo, mientras Myriam
vitupera a hueso roto mordida por el viento?
¿Y de Guillermo, espléndido y suicida,
la memoria desagua para que yo la beba? ¿Y el ahogado?
¿Uno más condenado a navegar
cargando desde siempre el mar a sus espaldas?
Si las playas me brotaban por los ojos, si eran
arcos siderales volcados en el ruedo, esta
ciénaga oscura de mí mismo,
¿por qué hago versos a destiempo con mi resaca amarga?
¿Cómo mantengo el imperio provisorio
yo mismo solo en el oprobio y tarde
o temprano el último poema?




































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sábado, 19 de junho de 2010

SENRYU


Una selección de textos extraídos de SENRYU O EL ARBOL DE LAS SILABAS, Linardi y Risso, Montevideo, 2008.







(Génesis, XXXVII)
José no sueña:
lo sueñan los camellos,
la arena, el ládano.

Marzo pastor
de nubes fugitivas.
Y un alma en vilo.

Sueña que vuela
el pescador dormido
en la canoa.

Miro la marcha
de un cangrejo en la arena.
¿Alguien me ve?

Desvié con piedras
la marcha de un cangrejo.
Hallé a mis muertos.

Lenta es la harina.
Las aspas del molino
muelen el tiempo.

Un buey contiene
en sí a todos los bueyes.
¿Qué hay en un hombre?

Es un caballo
-es todos los caballos-
y no relincha.

Consideremos
la lección del latín:
“sídera”: astros.

Cayó una estrella.
¿Herido por qué flecha
relincha el viento?

Dulce es el beso,
y el alcohol de las frutas.
Otoño embriaga.

Arbol o espectro,
te embalsamó el otoño
de oro, aserrín.

Juego ajedrez
largas noches de invierno.
No sé con quién.

Voló un paraguas
al viento. Escapa en globo
la mala suerte.

Brilló el cuchillo:
pende el cuello del ave.
¿Qué me pregunta? .

Huele a café.
Muchachos negros cargan
piedras de azúcar.

(A Gustavo Wojciechowski)
Silba y se peina
los bigotes. Afuera
lo oye un sabiá.

Un ratón duerme,
gloria en el lauredal.
Bosteza un gato.

Es deleznable,
delfín resbaladizo.
Se llama Tiempo.



Arde el bautismo,
la anaconda mortal
y perfectible.

Vuela el jilguero.
No lo ve tras las rejas
un hombre preso.

Souvenirs: sueña
alas de mariposa
la momia insomne.

Punza el recuerdo.
Exhala un samovar
vapor de té.

Crece el hastío,
yo como hongos gigantes.
Engorda el mundo.

Lento el azúcar
se disolvió en el té.
Yo entre los años.

Lee el futuro
en las hojas de té.
Blanca es la taza.

Cayó entre leñas,
picado de escorpión.
Ardía la muerte.

Botella al mar:
no sé quién soy, qué isla,
qué, hasta cuándo.

Ese es mi hijo,
¿lo ves? Nunca nació.
Espera en vano.

Es mediodía.
La congoja del sol
arde en silencio.

De noche silba
para espantar el miedo.
Cantan dos gallos.

Tiempo de perlas.
La eternidad del mar
pesa en la ostra.

Mar infinito,
recomenzado en ostra.
Perlas de un tiempo.

Peces veloces
saltan fuera del agua.
Es la Escollera.

Ave alterada,
no acabará en silencio
este poema.

(A Enrique Fierro)
Tablero al sur.
Saltar las casas muertas.
Dar blanco en verso.

Eso es exilio,
vagar y hallar ciudades
inhabitables.

Erguir ciudades
atoradas de historia
-y que no existen.

Sólo unas décadas
(es un soplo la vida)
Dicen: paciencia.

Pobre el poeta,
pasó las de Caín.
Ahora escribe.

Hasta mi casa
desde Montevideo
será una vida.

Duró una noche:
al Este del poema,
Nod bombardeado.

Bomba otra vez
sobre Nod maldecido.
Fue una península.

Fue una península.
La recorría en mi infancia.
Fue una península.

Reerguir el texto,
sumar todas las sílabas
de la memoria.

Reconstruir,
volver dúctil el verbo,
aclimatarlo.

Todo es mentira,
incluso la verdad
hueca de exilio.

Todo es verdad,
incluso la mentira
de este poema.

“Prince de l´exil”,
Baudelaire llamó al diablo.
“Rey” mejor fuera.

EL FUTURO




Poemas de EL FUTURO / O FUTURO (edición bilingüe, ediciones Tema, Lisboa, 1998).



C.I.

En añicos la escollera, esqueleto
escoltado, un número
escuálido en la frente.
Cariátide oriental, y ciega la vergüenza
desteñida: digitales
o lágrimas, resaca
del estuario
cifra rota:
Montevideo, el futuro



PLACE DES VOSGES

Futuro era el de antes, el del tiempo de mis quince años. Todas las noches me gasto las suelas de los zapatos caminando hasta la plaza Matriz, y me siento a esperar el futuro. Vení, comprá maníes con chocolate y sentate. Las mujeres que fuman ya me conocen. Yo no, todavía no me conozco. Y tampoco miro a nadie, ni a nada. Como maníes con chocolate. ¿Espera a alguien? Sí, al futuro. Respiro hondo, sentado del lado de la Catedral, de espaldas a la calle Sarandí. Todas las noches, soy asiduo y puntual. Sé que cuando el futuro aparezca, vendrá volando por atrás del Cabildo. Una ráfaga, y yo lo atraparé en mis pulmones y me llevará leve como en un globo, lejos de la plaza. La noche está fresca, llovió de tarde. ¿Y hoy, llegó? No, debe estar atrasado, viene de muy antes. Los maníes con chocolate me pesan como una piedra. Y me miro los zapatos, desamparados.




TEOREMA

Entendámonos. Visto que el presente es el futuro del pasado (así: P=F/P’), y considerando que el futuro también es futuro del pasado (F=F/P’), se concluye que Presente = Futuro, lo que no demuestra absolutamente nada fuera de Montevideo.





GÉNESIS

Antes era el futuro, y antes
todavía
del primer minuto de la primera célula
había todavía había
la eternidad, y sin entonces
por aquel entonces el futuro
era un error.
Antes del futuro, existía una playa llena de latas vacías de cerveza, una noche de calor con una enorme luna llena, pesada y amarilla. A la playa llegaba el murmullo de boleros de los cabarets irrespirables de humo y olor a ron. En el escenario una strip-teaser imitaba, lánguida, a María Félix y Lucho Gatica cantaba Quizás, quizás, quizás... Y entonces hubo el filtro. Como el de Tristán e Isolda, el error. Y el futuro dijo: Yo soy el futuro. Y fue una ópera. Pero todavía sin cantantes. Y había copas de champán en manos brillantes. Pero de yeso. Y empezó una danza bajo arañas de cristal iluminado. Pero sin música. Y cuando estaba todo preparado y en el silencio nadie se acordaba más de la playa abandonada, el futuro empezó.
Y el pasado al futuro sucumbía
estruendosamente nuevo y fresco y lozano
y otra vez nuevo y fresco y lozano
y otra vez y hecho siempre
miedo, deseo, mierda, muerte.



LA PAREJA

Eran rubios y pálidos y en Navidad
bailaban, solos, ellos, el aire.
Como ciegos, se olvidaban de sus ojos
como miel, y se mecían por la frágil
Navidad de flores blancas y grandes
y nocturnas, pacientemente eternas
y el aire indiferente y el mundo
ajeno a sus objetos, tan altos los dos cuerpos:
un regalo de Dios, demasiado solemne
o insomne e impotente si él la acariciase
para llamar al sueño, y continuaban
el baile solitario, y se morían
sin prole olvidadiza.




CIRCULAR

Una vez el señor Pi salió por una tangente de su sólida casa redonda y penetró en el futuro antes que los demás. Volvió pálido y dijo: “Estuve en el futuro”. “¿Y cómo es?”, le preguntaban. “No sé, el futuro es oscuro. No se ve nada porque el sol no sale en el futuro, los relojes no marcan todavía la hora y, aunque la marcaran, no se vería porque todo es negro como la noche. No vi nada en el futuro y me asusté”. Desde entonces, el señor Pi limitó sus salidas a las estrictamente indispensables, siempre dentro de su radio, y nunca más salió de casa sin antes consultar su horóscopo.




ADVERTENCIA

El futuro cansa y pone de mal humor. Da ganas de fumar. Era obvio que el pasado tendría un futuro porque tener futuro ya es pasado. Como el cigarrillo, el futuro también es anacrónico y perjudicial para la salud.




AMENIDAD

A fuerza de futuro, las iras, envejecidas, se vuelven tristeza. Los héroes más bravíos sólo son héroes en el pasado. Atila, que marchó devastador entre los hunos, pasea en el futuro entre los otros, dócil, servicial, obediente. Académico, real, el futuro limpia, pule, da esplendor.





ORO DEL RHIN

¿El futuro será una ilusión?
El futuro es una ilusión.
(El futuro fue una ilusión)

Todo lo cual no pasa de una impertinencia.




PRO MEMORIA

Oyó decir que somos esclavos de las palabras que pronunciamos y dueños de las que callamos. Entonces decidió que en el futuro nunca sería esclavo. Y ya no profirió opiniones, lo que en Montevideo tiene siempre alguna utilidad. Para ser un verdadero amo en el futuro, edificó opiniones completas como sistemas filosóficos, sobre la vida y el mundo, sobre sí mismo y los otros. Autocrítico, opinó en secreto sobre la sabiduría de sus opiniones. Nadie supo si las consideró siempre sabias, si con el paso del tiempo abandonó algunas, si reivindicó otras. Se preparó para morir como un gran señor. No dejó rastros.



BÉSAME MUCHO

Así: él, que tanto me había amado,
se casó con ella
pero me dejó por otro.

¿Qué te hice después
que no me olvido?



LA ESPADA ENTERRADA

El futuro es una espada enterrada en el corazón del mundo. Nace filoso entre los sentimientos que excitaron la conciencia de los que después callaron. Implacables, las estaciones se suceden y lo ahondan, hasta el centro de la tierra, hasta ahogarlo. Cuando estalla, mata como un volcán.

FRONTERA MÓVIL


Fragmentos de FRONTERA MOVIL (Aymara, Montevideo, 1997)


AEROPUERTOS

AVISO A LOS PASAJEROS




Los aeropuertos son un pacto de silencio. Yo no digo mi terror, tú no dices tu terror, él no dice su terror. Y se sonríe, como si hubiera alguna connivencia silenciosa. El terror, en los aeropuertos, provoca más sonrisas cómplices que diarreas.

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Los aeropuertos no son una ocasión o una circunstancia. Las grandes tragedias se neutralizan en los aeropuertos. El piso brilla y el dolor no huele a nada. Cuando algunos lloran, las lágrimas se secan en el aire acondicionado. English spoken.


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Los tripulantes de los aviones pasan charlando por las salas de los aeropuertos. Pasan. Pasarán siempre. Idénticos. Bellos. Ajenos. Llevan en los guantes la eternidad de los aeropuertos.


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En realidad, las azafatas son muñecas inflables. Los pilotos tienen hemorroides pero desde que entran en un aeropuerto las hemorroides paran de dolerles. Los comisarios de vuelo no son homosexuales: en los aeropuertos no hay más sexo. Puede hacerse, pero no hay.


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En las filas de los aeropuertos hay gente que saca fotos y grita los últimos mensajes a quien parte o a quien se queda. También hay mujeres de una elegancia medio extraviada. Ríen y están seguras (yo no sé de qué, sé que están seguras). Hay hombres que también gritan y ríen y conocen tipos de aviones y horarios exactos de llegadas y partidas. El espanto tiene sus rayos laser: en un aeropuerto nunca confíe en su vecino de fila.

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(A veces vamos los domingos a los aeropuertos sólo para poder soñar con países remotos y ver los aviones-pájaros despegar y subir, como las ilusiones. Entonces visitamos sueños y estamos en una galaxia opuesta a los aeropuertos, pasajeros de otro viaje. Cuando volvemos a casa, nunca estuvimos en un aeropuerto. Habíamos aprovechado la tierra de nadie para fundarnos un mundo provisorio y sin aeropuertos)

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En el barullo ensordecedor de los aeropuertos, los enamorados tienen que gritarse el amor, y toman, sin saberlo, la cara de la desesperación.


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En los aeropuertos la gente no tiene sombra. Es que todos se convierten en la sombra de sí mismos. Quien subiese a una balanza para pesarse, en un aeropuerto vacío, vería la aguja de la balanza permanecer inmóvil.


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Todos los aeropuertos están instalados en estaciones siderales, lejos de la Tierra. Salir de noche de un aeropuerto, es como entrar, por un error de milagros, en un planeta imprevisto y asustador.


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Los aeropuertos son catedrales. Sin Dios.


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Las secciones Departures de los aeropuertos son las más aeropuerto. Ya las Arrivals se aproximan a la esperanza.


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No es verdad que haya aeropuertos más aeropuertos que otros aeropuertos. Sólo los ingenuos pueden pensar que Roissy, en París, es más aeropuerto que el de Iquitos o el de Montevideo. No. Todos los aeropuetos, sin excepción, son implacablemente aeropuertos.


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Una vez pasé doce horas en uno de los aeropuertos de Londres. Y paré de existir. Fue un grupo de hindúes lo que me sacó de la hipnosis. Siempre dudé entre perdonarlos o agradecerles.


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El exilio es un aeropuerto. Yo ya tuve mis años de aeropuerto.


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¿Cuántas veces habré ido a buscar a mis amigos en aeropuertos? ¿Cuántas otras me esperaron ellos puntualmente en otros aeropuertos? ¿Cuántas? Yo sólo los recuerdo a ellos, abrazados, hoy vivos o muertos, siempre después de haber salido de los aeropuertos.

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Casi no recuerdo los aeropuertos, aun aquellos por los que más transité. Es que eran una amnesia. Me había olvidado.





HOMENAJE A PITÁGORAS




Los Matemáticos no lloran al nacer. Por eso todos saben cuando un Matemático viene al mundo. Además, crecen alimentados por proteínas muy potentes y hacen alegres malabarismos numéricos durante muchos años. En la vejez, admiten que no tuvieron tiempo de contemplar la fría eternidad de los números. Y después se mueren.


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Los Matemáticos se sienten en el séptimo cielo cuando, dos por tres, gritan a los cuatro vientos que, para razonar, ellos no necesitan un sexto sentido.


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Los Matemáticos son siempre irreemplazables porque son siempre reemplazados por otros Matemáticos.


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Cuando tienen sentido social, los Matemáticos estudian Ciencias Económicas y a menudo son gays pero lo esconden. Ya cuando son ingenieros y también son gays, se lo esconden a sí mismos, y en todos los casos pueden acabar dirigiendo algún Banco. Pero son tan ágiles entre aranceles y tasas de interés que envejecen rápido. No tienen suerte con el número de los efebos.


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Los Matemáticos nunca se meten en camisa de once varas. Como es sabido, prefieren los teoremas.


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Cuando los Matemáticos dan clases, pavos reales de las cuentas, se muestran tan rápidos de raciocinio que no logran entender que los Otros los miren con susto. Imaginan que es por indiferencia y entonces tartamudean desplumados. Eran usuarios subalternos de las palabras. Pero eso, ellos no lo saben.


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Los Matemáticos son obedientes.


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Los Matemáticos son masculinos. Las mujeres Matemáticas también lo son. Es la solemnidad que los cubre cuando reconocen que los axiomas no aceptan demostración. La inexplicable rajadura femenina.


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Los Matemáticos que estudian Ingeniería toman mate. Es que el mundo les hace gracia y gozan de buena salud. Ya la resistencia de los materiales los excita y les hace tomar grappa o vodka. Coñac, jamás.


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¿Y los que son doctores en Matemáticas? Esos están en la carrera universitaria. Dan conferencias, leyeron el Talmud y todos, sin excepción, son Jefes de Departamento. Cuando viajan en los aviones internacionales, piensan que los números hubieran podido llevarlos a Dios. Pero siempre se jubilan antes.


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Los Matemáticos son eficientes productos genéticos de última generación. Antes del desarrollo del gen matemático, existieron los Prematemáticos, altos, rubios y cansados. Sentían un infinito hastío frente a cada logaritmo. Vivían en el actual Uruguay y se adormecían con la cinta de Moebius en la mano. Se extinguieron en medio de la melancolía y el desconsuelo.







MONTEVIDEO, LA COQUETTE





Hay que tener mucho cuidado para hablar de Montevideo porque es una ciudad de dolor. En Montevideo siempre se sufre un poco más que en el resto del mundo.

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Montevideo es una ciudad llena de sueños. Por eso nadie la cuida. Y además, no se puede estar en Montevideo y estar en Montevideo al mismo tiempo. En Montevideo soñamos con países distantes o amores imposibles o destinos nuevos. Cuando se está en Montevideo y se está casi en Montevideo, uno entra en estado de peligro y entonces oye tangos.


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Los sábados, en Montevideo, se puede oír candombe. Con prudencia.


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A Montevideo, los niños lo ven lindo, con su cerro y su fortaleza, y dicen que allí nacieron, allá por el mes de enero de hace muchos, muchos, muchos años.


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El mar a cada lado de la península: la duplicidad de Montevideo.


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Todos los montevideanos sabemos lo que es caminar por General Flores de madrugada. Por eso nadie lo hace. Es un saber revelado y sin testimonio porque si alguien lo testimoniase no tendría nada para contar.


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En un café de Montevideo, me presentaron a un hombre y a una mujer que debían tener unos cuarenta y cinco años y que eran novios. Se sentaron a mi mesa y charlamos. Dijeron que el calor de aquel día no era normal, que debía llover. Yo dije que sí, que llovería con seguridad y que sería agradable ver la lluvia. Me preguntaron dónde vivía yo y me dijeron que habían hecho un viaje por Brasil y que las playas eran muy hermosas. Ya Buenos Aires les resultaba parecida a París. Después volvimos a hablar del deseo de que lloviese al día siguiente, que iba a ser agradable esa lluvia, con seguridad. Cuando se fueron, era bastante tarde.


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París es siempre de mañana, con flores blancas de Boulogne y rosas. En Lima y en Praga siempre es el atardecer, rojo, como encendido. Buenos Aires es noche de verano y con perfume de jazmín. Cuando en Río amanece —gloria celeste— en San Pablo son las siete de la mañana y el aire tirita. Ya en Montevideo es siempre la hora de la siesta, uno bosteza y hace la digestión. Es calentito, no se crea.


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Dijo:
El dinero no hace la felicidad.
El trabajo dignifica al hombre.
Montevideo es la tacita del Plata.

Pensaba:
Yo quería ser rico, inactivo y berlinense.


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Montevideo era un puesto militar avanzado en el Río de la Plata y nació sin nombre: Monte VI de Este a Oeste. San Felipe se había adormecido y Santiago tuvo un sobresalto. Entonces Montevideo conoció el tedio y la guerra —innombrables— y ya nunca tuvo calma.


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Yo estaba en Montevideo y soñé con una ciudad muy bella. Había edificios de mármol y palacios y puertas de bronce y casinos con mujeres espléndidas y joyas. Todos bebían champán, y yo no le hice mal a nadie.






TRES MESAS DEL SOROCABANA


1



Los pensamientos vagabundos
se piensan
como nubes, así
navíos olvidados
o sin rumbo las nubes
no dejan señales en el viento
y erran
sin memoria
como dunas
a voluntad de mar
que nadie piensa.





2



Hablamos de cosas
de la superficie del mundo
o bostezamos
(no puede ser tan serio
ni tan grave la mosca azul
que atraviesa la sala
y se posa insistente y
vivimos tan poco, si vivimos.
“Es la geografía de los viernes”,
y los elefantes blancos
ríen.






3



Me conocí tanto
que ya no importa la flor
exenta de mi nombre.
Que piense el pensamiento,
a mí
no me importa.







SOLÍS O LA FLECHA


1


La mano: archipiélago, hubieran dicho
pianos o botellas al Plata
el tenso mensaje en el teclado
si es tocado, dan cuerda
con la mano, arco al sur la sonatina
del Ahorcado.


2


Río o mar
o río como mar
y ríe como llora
antes o después
(lo mismo es)

*

El Uruguay y el Plata
y esto o aquello
el último o el próximo
la última o penúltima
penumbra en la península,
escollera o salvaje
primavera.

*

Vivo o muerto:
el Loco,
o él o yo
Tristán o Isolda
jaula o pájaro
el filtro o un error:
los dos no.


3


Amargo argonauta mar amargo
margen oriental: mártir
náufrago en tierra, yo sí.
Y un ancestro en el flotante camalote.


4


(la u del mundo, abismo
la i de abismo, mundo
tan uruguayo: tan reales
voyelles)


5

Solís o la flecha:
en la Torre reflexiona
lóbrega o la rosa
va a decidir
lasciva pitonisa de los Panoramas,
dice,
elíptica epiléptica la flecha
ve la Torre en la Carta que lo trajo:
graba la grave carabela grávida,
y osa póstuma
(que Solís duerma y sueñe en su ensenada)

sexta-feira, 18 de junho de 2010

NOTICIAS EXTRANJERAS

Selección de poemas de NOTICIAS EXTRANJERAS (Ediciones del Mirador, Montevideo, 1984)




Outra vez te revejo -Lisboa e Tejo e tudo-,
Transeunte inútil de ti e de mim,
Estrangeiro aqui como em toda a parte,
Casual na vida como na alma,
Fantasma a errar em salas de recordações,
Ao ruído dos ratos e das tábuas que rangem
No castelo maldito de ter que viver...


Lisbon Revisited (1926)
FERNANDO PESSOA




LOS EMIGRADOS

Mandamos decir:

No pasa nuestra historia por la húmeda
Galicia de las madres ni conoce el padre
su Lombardía alcohólica. Los días
se habían exiliado en su orden de partida
y nunca fueron nuestras las líneas de las manos.
La bahía en que la madre pobre nos nació
de cara al mar para mejor aprender el abandono
nos sube todavía hasta los ojos y el pasado
tramaba desde siempre la futura
geografía del polvo sin idioma.
Tampoco se arrepienten las cifras del dolor
ni es nuestro el inverso correo de las sombras
veladas en las fotos que nos borran
la cara del planeta.



EL MIEDO, PADRE

Padre, yo me espanto
de estar preso en mi cuerpo, el condenado
umbral, perfecto, este retorno, padre,
eternamente en viaje y muerto, por las cuatro
estaciones y la suerte
echada de los hombres, los hijos
obedientes de la especie, padre,
los muertos venideros. ¿Quién es
este huésped en mi cuerpo? Estos años,
¿de quién son prisioneros en las venas?
¿Qué hago, padre, con mi espanto
a cuestas, y mis días
en los días implacables de los hombres?


QUIÉN

Quién soy yo para decir
el cielo rosa de tormenta
y este pájaro perdido. Quién
si estoy ausente atrás, tan atrás
de esta ventana. El del cielo,
y hoy es rosa, el del pájaro trágico
para morir, caerse y no saber
el mar de sal que le eterniza
el otro lado del vidrio
o la tormenta.

ALGUIEN

Alguien ya no sufre, se desliza
entre los días, parados
el reloj y las lágrimas.
La casa de provincia está vacía.
Alguien no se cansa, y el patio
queda solo con el tiempo del mundo.
Alguien no pide nada,
no se recuesta en la pared encalada
ni se apoya al aljibe de la casa
porque olvidó los secretos que caen como piedras
y no se mueve ni teme deslizarse
un domingo afuera entre los días
sin que nadie lo vea.


RETRATO

Mira el espejo en la vidriera
y todo se refleja menos él.
Se refleja su cuerpo, ve
sus ojos, con ojeras, ve
su ropa, puesta con cuidado,
ve que aprendió finalmente
que el mundo es de los otros,
cuidadosamente de los otros, con ojeras
de los otros y esta calle y la Patria
y las reglas de este enfermo,
este suspecto hijo de nadie, este
anónimo en la calle y en la vida
de los otros que no miran
el espejo en que él se mira
entero y está ausente.


NADA, LA VIDA

I
Había un lugar, yo conocía
un lugar, había, era infinito,
era un lugar, era un lugar
sin destierro, era un lugar, yo
conocía un lugar, era infinito,
era un lugar, había
un lugar, era infinito,
sin destierro, un lugar.

II
Es infinito, es hoy, es indecible,
obsceno, es hoy, no es nada,
se va, es indecible, se va,
no es nada, es hoy, es infinito,
es lugar, es destierro, es
hoy, no es nada, es un lugar,
un destierro, nada.

III
Será un destierro, conocerá
el destierro, verá, no verá nada,
sin memoria, será el destierro,
conocerá, no verá nada,
será el destierro, el nada,
el sin lugar, verá, conocerá
el destierro, sin memoria, el nada.

IV
Es obsceno el lugar, es
el sin nada, la memoria
indecible, el destierro
infinito, el lugar
del destierro, la memoria
sin nada, sin lugar,
el destierro, el obsceno, la memoria
sin nombre, sin lugar, sin nada.

V
Yo, qué digo yo, qué
yo sin más lugar, qué
nada, no veo qué
memoria, cuál, qué
obsceno, hoy, qué
falta, este ausente, qué
infinito, no se ve, qué
lugar, no se ve, qué
tierra, dos metros, qué
destierro, qué
nada, poca cosa, nada.

VI
El que no dice nada,
el en silencio,
el él que se calla, el
él que ni muerte, el solo,
el qué que solo,
el sin lugar, sin tierra,
el en silencio, amarillo,
el qué que de la foto, polvo,
nada.


ME PREGUNTO


Cómo pude esta vergüenza,
este asco, resistirlos,
decir las frases dichas y la escuela.
Cómo este decir que sí, que no,
que así está bien, que es suficiente
aceptar este amor, presentar pasaporte
-y esta herida medieval en la memoria
y esta aduana infranqueable del planeta.
Cómo pude escaparme de la muerte, tantas veces
el encuentro marcado, el cielo indiferente
y postergado. Los pájaros eternos,
nadie detendrá su vuelo, nadie
podría acompañarlo y cómo pude
contemplar mi edad
y no morirme y no ensuciar el cielo
y el agua y el fuego, cómo
si me mueren. Cómo pude
abrazar al ser amado y adormecer
como si de nada fuera
esta sucesión de días y de noches
y los hijos que no tuve
y la ropa que me dieron
-y esta ausencia amazónica en mi cuerpo
y esta sed de horizontes que me ignoran.
Y las mentiras, los muertos fugitivos
y el veredicto de Ellos
y el terror nuevo de cada torturado.
Cómo pude callar cuando callé,
cómo no paro de gritar, cómo
estar vivo, aceptar el amor muerto,
ver el fin del deseo
como un extranjero.
Cómo pude estas reglas
y las otras de los dioses muertos,
antigua la venganza, la especie
antigua, irremediable el ancestro
con su muerte. Y acatar en silencio
su ritual solitario. ¿Cómo?




REGENCIA

Todavía la trágica ópera y Darío,
todavía el continente de fronteras
violadas incantables, siempre
la esperanza en deuda, el niño urgente
y Nicaragua, y siempre
los incautos solemnes de perfil
en el viaje de los hombres.
Y un cauteloso asesor del desespero
rige todavía su historia preagenciada
en la escena de la muerte.


CIUDAD

Un equilibrista flaco te atraviesa los días
con sus huesos de lona floja y de domingos
como la hilera rota de los dientes y los pasos
de taza en añicos del borracho noctámbulo.
Iguales los sueños de la madrugada
fumados en la esquina y rascacielos
y la siesta con su olor de remedio viejo.
Una ladrona es la lluvia silenciosa en la bahía,
las manos enguantadas, el documento falso de las ganas
y la ansiedad de cómplice y bocinas, igual
la pirueta que te aturde y el salto mortal de cada día.

A l’idée de chercher des théâtres sur ce circus, je me réponds que les boutiques doivent contenir des drames assez sombres. Je pense qu’il y a une police. Mais la loi doit être tellement étrange, que je renonce à me faire une idée des aventuriers d’ici.
Rimbaud, Villes II.


TARJETA POSTAL

Vista nocturna del centro
de Montevideo, no reconozco el aire
violeta de las calles, pero una dura
amatista de memoria, y presa
resistente de los días.
No moriré en Montevideo,
pero las manos me enseñan el camino
al trompo quieto que giraba con el mundo
(la vista nocturna del tiempo de mi infancia)
Pero las fotos declaradas y la fe
amarilla en los cajones, irreconocible
vista nocturna encima de mi cama, inverso
el mundo, en otro idioma, un trompo
de mentiras: los ojos siguen presos a la dura
memoria de otros días.


PRAGA INVADIDA

Bien antes de 1968, en 1950, el poeta Zavis Kalandra había sido condenado y muerto por traición a la patria. Fue inútilmente rehabilitado en los años 60. Su muerte es una larga metáfora del comienzo de una invasión.
Escribir sobre Praga, en mi circunstancia, es algo más que escribir sobre una ciudad que amo y me duele. Reconocí en Praga el miedo, las arbitrariedades, la amenaza. Escribo sobre Praga y lo hago de memoria —nuestro duro privilegio.
A. F., 1983



I
¿Alguien oye el silencio de Bohemia?
Los funámbulos sordos del Castillo
bailan. Cantan los mudos artesanos del barullo.
Los puntos cardinales
y el zodíaco
trocaron sus lugares.
Hay que olvidarse de Kalandra.
Hay un complot de flautas
en los huesos del Cementerio Judío.
Kalandra ya está muerto y peces ciegos
navegan el Vltava. Digan,
¿alguien oye el silencio de Bohemia?


II
Petr atravesó el Puente del Primero de Mayo.
Petr atravesó el vientre de la Ciudad Nueva
y atravesó cada calle de la Parte Pequeña.
Petr atravesó los días y las estaciones.
Petr fue asesinado en un muelle del Vltava
(que no paró su marcha de serpiente joven)


III
San Venceslao,
yo no te creo,
San Venceslao,
adónde estabas,
San Venceslao,
de largas mangas
(estaba borracho y fue degollado)


IV
Intocada floresta de Bohemia,
puedes morir
petrificada.
Aldabón de la Muerte,
puedes tocar
de madrugada.
Puentes del Vltava,
pueden hundirse
en el vientre de Praga.
Los caballeros del miedo
llegaron de madrugada,
ellos son los Poderosos,
tienen las manos heladas.
Las Cien Torres de tinieblas,
pueden alzarse
contaminadas.
Una piedra es el alma
de Praga,
una represa de círculos concéntricos
el Vltava.



DOS NOCTURNOS DE SÃO PAULO



I

Noche maltratada y en harapos, noche
del tercer mundo, metropolitana
noche de palabras largas y garúa
sin cara, gestora de los sueños
contaminados, la noche industriosa de la espera
y los barrios obreros y las buenas intenciones
no testimonian nada. Yo velo inútilmente
en este cuarto del Centro de los trece millones de habitantes
de São Paulo, alrededor del abismo de la noche maldormida
y la noche, enferma noche estratificada
y frágil, húmeda metalurgia celular
y políglota, se estalla en las palabras
y un idioma abortado se pierde para siempre
entre las cuatro paredes de mi cuarto.
Los durmientes no saben que tienen en la nuca
el mapa minado de la noche que se ahoga
en la red subnutrida que teje el smog de genes sucios.
Hay niños naciendo sin encéfalo
y ellos rondan en la noche poluida, paralítica
noche mendicante del metro sin destino
que hace trepidar mi cuarto en el Centro de los trece millones de habitantes
de São Paulo, mi cuarto donde podría
perderme, sin brújula, en mis huesos mudos
si lentamente abriera la ventana y con cuidado
la noche, pobre noche de mundo parcelado,
penetra su bóveda en mi boca y me suspende.


II


NOCTURNO EN LA AVENIDA SÃO JOÃO


Un travesti en silencio contra un poste
es menos triste que la avenida São João de madrugada,
cuando la niebla se recuesta nordestina
y venérea en las ajenas paredes sin empleo, y esperan
las mujeres, y el borracho espera por su sombra
caída en la calzada. La hora en que se hunden
en su rabo interrogante los gatos sin respuesta
y los marineros cantaron y se miran
esperando por su canto, esperando por oírlo
y todos los idiomas son incomprensibles
como la espera del viento por sí mismo
oyendo su queja vieja de ventana rota.

En el anónimo cuarto sólo iluminado
por el neón afuera, los amantes
son títeres del tiempo: oyen dar
las caricias violentas de la noche y se toman
por la espalda blanda como cama deshecha.
El viento se encajona en la avenida de olor ácido
y los amantes se duermen al neón repetido, sin cuerda
la noche embotellada entre los postes.





RECUERDO


Qué barbarie el día,
acuérdate,
qué fiebre en las rodillas,
qué paz clamabas, qué
olvido de piedra
pura
elemental
qué olvido puro
mineral
qué nocturno animal
de puro amor
comenzaba a nacerse en tus costillas.


HOY

Hoy tengo las manos de cristal
para quebrarlas, para rajarme
el pecho frágil y el seguro
esplendoroso brillo que me ciega.
Planetas extraviados, hoy tengo
las rodillas breves, a caerse de su órbita,
a girar el grado que no existe, esta
perdida playa de un verano, el sexo
estéril, longitud de vidrio,
latitud de pocas horas son las médulas
y un amante de sal
me brota por los ojos
y me quiebra.


BELLO AMOR

Bello amor, bellos amantes,
porque el amor no pasa
de un memorial de hombres que me amaron,
el sexo idéntico, idéntico
el ancestro conjugado,
bello y estéril, bello
porque estéril, porque destinado
al memorial de hombres que me amaron
de antes, sin después, al otro
lado de sus vidas, sin otro
rostro que el insomne
habitante del deseo, se consume
de belleza antes, siempre antes de los hombres,
el memorial de hombres que me amaron.

I


ETERNA


Qué fiesta el gesto de tu cuerpo, muchacho,
trampolín para fuera de los huesos,
salta tu gozo, suelto
me asalta, te rapta por ancestros
implacables de piel y sudor y esta cerveza
de los gestos, este salto a venideros del deseo.
Qué fiesta del arco y de los cuerpos,
muchacho, qué marea de música y de celo
de vuelta repitiéndonos a tiempo
de estertores, a eternos en el cuerpo
místico del gozo, salados hijos
de los hijos de tu gesto.


II

MEMORIA


¿No me desarmo yo de la condena, no abandono
la trama de los huesos,
no se me erizan esponjas en el dorso,
muchacho, curva aguda del mundo
y el deseo, subiéndola incansable
por tus muslos, la muerte provisoria
que no acaba?


PERO LA ROSA

Sí, puedo contar las rosas
de las estaciones, de perfume y cuerpo,
rosas de los vientos y de piedra, sí,
las rosas de Praga y la mañana.
Pero la otra, rosa ilícita, la dulce
rosa en deuda con la especie, no
la rosa violenta en la marea del tiempo,
pero la rosa tránsfuga y estéril, la vacante
rosa del destiempo, no la innumerable, solitaria,
pero la dura rosa condenada.



LA ÚLTIMA CENA

Uno de estos días
se me escapaban cuervos de los bolsillos
y un huevo en el alma
como un malentendido, como el alma,
me obstruía el esófago. Victimario
de los cuervos, antes huevo, y alma,
ellos me anulaban como a un muerto.
Escribo la sombra del alma en el esófago.
Soy traidor, como un viaje fabuloso
alrededor del cuervo,
del huevo o de la muerte.
Soy un malentendido amenazante
y en peligro, un espantajo,
inútil como un huevo, después cuervo
o la poesía.

quinta-feira, 17 de junho de 2010

CLAVE FINAL


Selección de poemas de CLAVE FINAL (Ediciones del Mirador, Montevideo, 1982)









(FINAL)
Cierro todo ciclo; en mí me acabo.
Tiresias contempla al travestí en silencio,
por siglos se responde un eco humano
y en mí me acabo.



ANDRÉ GIDE

A veinticinco años de su muerte.

Hombre André Gide, inútil reflexión,
por qué tejiste telarañas de tinta
para la pura gota de un amor?
Ya no nos estremece el fuego adolescente
con que incendiaste los sótanos de tu provincia.
Hombre André Gide, tu historia
estaba lejos de los soles de Argelia.
Otra carne sin luna y clausurada
te reclamaba el sueño del árbol que penetra
el retorcido camino hasta su muerte.
Otros peces navegaban entre hojas podridas
hacia las gargantas quebradas de la sombra.
Por qué no se entregaron tus manos al misterio?
Por qué te resististe al quieto poderío
de los montes sumergidos?
Hombre André Gide, inútil
reflexión, emprendiste tu viaje de varón hacia el ancestro
como si fuese terreno todo viático
y espejo de tus ojos cada signo.
Pero no te olvidamos André Gide:
es estrecha la puerta y nadie puede
arrojarte a la cara la piedra que querías.



EL OTRO (Arthur Rimbaud)

Antes fue la despedida
y un llegado torrente de silencio.
Yo estaba por debajo entre heridas inversas,
arponero que remonta cuándo
vio su cuello quebrado contra la insorteable superficie?
El torrente llegado se estrellaba
y era canto y el fuego era una danza entre las cañas
que el aire quemado cantaba como negras espirales
o poemas.
Mis manos se rompían en soles estrellados
por cielos repetidos cada noche. Yo vi
mi cabeza danzar entre las olas
sin que nadie cielo afuera la mirase.
Tendido sobre el vado una alegría feroz
me desabotonaba las costillas
para cantar mis ojos como estrellas
rebeldes y las estrellas rajadas como uñas.
Verdes mataderos de la noche,
los cielos delirantes me engendraron
—antaño, si me acuerdo bien—
en el blanco gigante, el universo
puro de silencio, ojo azul de silencio
que guiaba su veloz eternidad.
Antes fue la despedida
y hubo un tiempo de amor para los hombres
—la piel curtida fue usada por testigo
de mi falta de amor: ellos me amaban—
y otro tiempo llegado de torrente
y estrellas invertidas cómo
podrían estarlo bajo su silencio
todo Purgatorio
espera rota?


SON RESACA

Son resaca de mar y de locura,
son de fuego de noche, son de piedras
ardidas, arena y pesadilla, son
de ojos arrastrados,
de cueva que se hunde,
de garganta de miedo. Son
de noche degollada,
de planeta
estallando vacío.



CORO DE LOS MANIQUÍES


Nosotros, los engañosos hombres de cartón,
los sin aliento, los inmóviles, nosotros
fuimos los desnudos
por retazos de playas, y corríamos.
Pero no pongáis un espejo en nuestra boca,
no miréis nuestros ojos congelados: somos
casi clamor de niños derrumbados
y redes telefónicas. Somos
vuestras voces repetidas
hasta el silencio ahogado detrás de las vidrieras.
Después nos abortaron la flor en nuestro vientre
y os erizó como sal nuestra cintura.
Nosotros vimos el sudor en vuestras manos
y nos pusieron una prenda sobre el sexo
y estallamos por dentro hasta volvernos
teatros devastados, rotos bastidores
para este traje de emergencia hacia la muerte.
Ay las caras quebradas aquel día,
ay resortes impotentes,
ay prometidos de las mudas playas.
Pero no busquéis un gesto en nuestra cara,
no pretendáis piedad de nuestras manos.
Somos los jurados del cartón y la mentira.
Somos los quietos centinelas de los pasos
que pisáis y que sólo
modelan vuestra muerte.



CÓMPLICE

...”y se hizo un silencio como
de media hora en el cielo”
Apocalipsis, VIII, 1.


Yo soy cómplice de los ascensores,
aunque por las mañanas
hay naranjas tiradas en los días
que vuelvo a recorrer
y huyen voceando periódicos urgentes
desde ómnibus de anónimos boletos.
El ascensor comenzó a tragar el sol,
y naranjas y ayeres y caballos
se tragaron el sol cono una culpa, y hubo
un silencio en el cielo y un instante
de angustia mineral en la sonrisa
exacta
de la chica fotografiada en el aviso
donde estalla su suicidio cada día.
Voy ardiendo un segundo detrás de mi perfil,
me crepitan los dientes como culpas
en el tragado espectro de su incendio,
no toco, casi
mordiendo su clamor
(un silencio en el cielo)
cómplice,
(como de media hora hasta su muerte)
me delata este brillo de bufones en los ojos.


TRAVESTÍ

Ángel barroco, siempre
el muchacho agrietado detrás de las violetas
estira la punta del deseo
hasta tus dedos. Aquí una calavera
estalla en tu sudor,
una mano judía te tuerce del destino,
se durrumba, grita un agorero
tu horóscopo de miedo
y se destruye. Orfebre de la nada:
un sudor nuevo, casi nada
en tus dedos.


EL SE MUERE

Adiós. El
se muere y ya no soplo, no
tengo costillas, muere
de verano gigante,
de perla salvaje que se muere,
de rosa barroca que estalla como un templo
y yo no puedo
reclamar los secretos que incendié,
las torres que alcé para su pétalo,
este perfume a incienso
de rosa de
nada.
Adiós. El
se muere. Se desvanece abolida
su larga dinastía. Ah, se muere
la gloria, la serpiente sabia y medieval del mundo
muere, depone su imperio cada miembro.
Derrumbado castillo, cuerpo
ardido y amado. Adiós.
Dura ley de un verano. El
se muere.


NOCTURNO

Noche, puta vigilante,
te canjeo tu ilusión, yo te doy
el contrabando armado por los hombres cada día,
te compro tu mentira.
Yo traiciono tus trampas y atravieso
tu aduana más furtiva.
Yo soy la bestezuela salvaje en tus collares,
yo soy la prostituta y el que no soportó
la pesadilla y huyó y soy
el travesti fantasiado en tus ampollas.
Yo le canto a tu danza de gatos encelados,
soy el trueque de tu gozo,
mi reverso, mi negado
perfil iluminado, mi piel
tres veces acosada en sus fronteras,
mi parcela de sol, mis cercadas
palabras.



FUI EMBORA

Fui embora, fui embora,
ninguém viu, irmãos, ninguém viu
o cavalo sobre a água?
El cuerpo quedó sobre la playa
como ropa caída, mi camisa,
estas medias llevadas por el viento.
Yo habitaba mi cuerpo,
yo pisaba la arena,
yo era el dueño del agua y del caballo.
(Y el miedo me crispa las espaldas
para no derrumbarse como un rosal podrido.
Y la alegría me alza por los brazos
como a un amenazado)
Yo habité el horizonte vertical y el cielo de la ira.
Y nadie, hermanos, nadie vio
el jinete sobre el agua?


DOMINGO POR LA TARDE


Domingo por la tarde, ya es la hora
de contemplar la ausencia de mi rostro
siete días postergado.
Nadie impedirá un domingo por la tarde
que desarme lentamente mi mentón
si la mueca de angustia ha sido en el silencio
que abandona el secreto de los huesos
y sólo fue sudor mi antiguo desaliento.
(En el vacío de este cuarto y de Beethoven
la muerte mueve el ajedrez
de cada una de mis vértebras)
Puedo enredarme las venas este día
hasta invertir el curso de la sangre.
Puedo oír la callada sinfonía en mi cuerpo
entonando el regreso hasta su ausencia.
Puedo morir un domingo por la tarde
siete días detrás de mi esqueleto.


LITURGIA

Meticulosamente deshice el cordón de los tobillos,
abrí el cinto del vientre
y bajé con cuidado las caderas.
Me desabrocho con minucia el pecho,
me quito la máscara facial desde el mentón hasta la nuca
y si un escalofrío dorsal me delata la columna
la pliego como un feto
cada madrugada.


POR QUÉ

Este circuito, vida
ardiente, rota pasión
girando entre mi ropa
su fatiga, su grito
volcado entre mi sangre.
La vida va erizada de su muerte
detrás de esta sonrisa, detrás
de esta diaria palabra de argumento
que se piensa y corrompe en las mañanas.

Y entonces por qué, por qué viene la noche
pura, azul, indiferente, fría


EL ENAMORADO


I

Te busco en el castillo de mi cuerpo, soy
un rey abandonado en su palacio,
soy el tirano de mis mudos huesos.
Clausurado en mi cuerpo, te persigo
en la carrera de mi sangre,
te veo en los ojos que me arden
hasta girar la órbita de su reposo último,
te siento impenetrable entre mi vientre
como una dura catedral de vino.
Rey demente en su país de sangre,
te recorreré por estancias agrietadas
hasta que estalles la frontera de mi piel,
hasta que alumbres mi hueso con tu hueso,
hasta que oigan caer el esqueleto
tu acantilado varón
y mi destierro.

II

La noche, la alta noche sostenida
de celeste sonata y lenta esfera,
sucumbe si te pienso,
oh noche de tu cuerpo, desvarío
de laúd, cuerdas que sólo yo tañía.
Te oigo todavía vibrando entre mis manos
y la noche de nadie y lenta esfera
crece sola, arde sola
para nadie
su incendio de sonata.


TIEMPO


El tiempo, el ese tiempo
el esa cuerda a quebrar la
nota detenida
el tiempo detenido y siempre
tiempo moviendo sus rodillas
moviendo, articulando
hueso y las palabras, los
molinos de miedo
las astutas ciudades que le giran al
el mañana muerta
y el después quebrado
y el amor de otros días a quebrar
la nota —agarre
y despedida.


HORA DE SAL
Esta es la hora amarilla de los lobos.
Esta es la hora de los huesos incendiados
como columnas huecas al pie de su derrumbe.
(Hay dos mil pistas de sabuesos
hasta las uñas profanadas de todas las estatuas)
Esta es la hora compuesta en que el actor sudado
grita su penúltimo monólogo
¾y en la playa la roca no resiste su horrible desnudez,
la arena silba su delirio
en la boca esquelética del pez muerto y reseco.
El grito del actor cava un túnel de miedo
porque ésta es la hora de los lobos,
porque ésta es la hora de la sal amenazando
la espalda agotada de las cruces.
Esta es la hora en que vuelven el lomo los relojes.
Esta es la hora en que el hueso no resiste su desvarío de siglos.
Aquí ya no soporta el polvo sus columnas.
Se derrumban las torres en sal y dinamita
para quebrar el último grito de la estatua.
Aquí la boca rota de las piedras.



CIUDAD

I

En la hora seminal de los taxímetros,
cuando la manada gris de las panteras
ruge hasta rajar bajo el asfalto,
cuando Yo río y exhalo el aliento del mar contaminado
y el alquitrán que me recubre me llama
Península.
A esa hora peninsular,
cuando las voces interrogan el istmo destruido
alzo mi lomo y no toco
las islas.
No os concedo los muelles
en playas inquietantes?
No escucháis ese gemido ordenado de la hora?
No desciendo la escollera:
J’ai seul la clef de cette parade sauvage


CIUDAD

II

Dice desde la Escollera:

No es la maldad mi signo
aunque destruyo.
El penetrante llamado de los buques
me eriza por veces en la niebla
(¿qué luna no tienta
el irritante ciclo?)
cuando petróleo y agua
y ese escozor en las rocas
me rodea.
Un día lo vieron
(tampoco es la bondad mi signo)
y me dieron un nombre para sostenerlo todo.
En mi boca está la base de lo perecedero.
Mis ostras renacen
sin voluntad ni sino
y desde mi piedra
es la eternidad quien me desnuda.


21 DE MARZO DE 1976
I

Nadie quiso este canto
desalojado.
No fui yo quien lo quise
desterrado.
21 de marzo, otra estación
que nadie quiso,
en vano gritarán los hombres,
no la quieren,
nadie quiso esta frontera
desalojada,
nadie este día de otoño
clandestino.

II

Pero esta soledad, el día
21 de marzo, el cuatro metros
21 de marzo, el cuatro paredes.
Pero el otoño y esta soledad del mundo
de 21 de marzo, y la dolencia sola
el 21 de marzo. Se destierra un hombre
a su soledad de hombre el 21 de marzo.

III

Pero el otoño ahora.
Pero el otoño.
Desalojado otoño
de todos los otoños
acontecidos.
Otoño obsceno
expulso de su propio 21 de marzo.
Otoño solo y de cenizas.
Pero el otoño ahora decretado.
Pero el otoño de los silenciosos.
Pero el otoño.

quarta-feira, 16 de junho de 2010

UN ESQUELETO AZUL Y OTRA AGONÍA


El poema UN ESQUELETO AZUL Y OTRA AGONÍA (EBO, Montevideo, 1973)




Cependant c’est la veille. Recevons tous les influx de vigueur et de tendresse réelle. Et à l’aurore, armés d’une ardente patience, nous entrerons aux splendides villes.
Arthur Rimbaud


I


Acuérdate también de los perdidos,
los de nadie o todos
-asaporte vacío, ojos ajenos-
por su mundo propio.
De los bellos, acuérdate,
mutilados en intransitables madrugadas.
Y de los fieles en su amanecer de espera,
como un cadáver yaciendo,
acuérdate.




Lo que han escondido las entrañas de la tierra,
lo que han buscado los hombres eruditos,
lo que ha subido por las ramas y los pájaros
y ha llegado a mis ojos,
lo que ha girado la tierra en el circuito
de un infierno asumido en el silencio,
el tiempo y la distancia de un anhelo,
el mundo oscurecido de los padres
que traen a la luz padres de hijos
que traen a la luz otros de nuevo

hasta llegar a estos hombres.

Y entre ellos esta vida respirando secretos a un tiempo que se ahoga,
este tiempo dormido en los recuerdos,
alguien que camina apresurado con Homero en la memoria
porque no tiene fuerzas para adivinar los signos del polvo,
alguien que llora con llanto de ojos y de huesos,
alguien que odió y que hasta ha amado,
este angustiado que calló entre los dientes sus gritos de pavor,
este dueño de sus dos metros de tierra,
este hombre, aquí, entre otros hombres.




Por el puñal del grito de otro día
la madrugada es cruel como lágrimas ocultas
en su cama de sonidos.
Ah su sonrisa,
una mano de amor dada a la muerte,
subiendo por llamas de pestañas
cuando no es luz, no es fuego
-emonio casi abismo-
una condena trivial y pavorosa
un trance pasajero
un deber que el niño terminaba
y a la cama
y así pasó otro día en su promesa
una nota, una traición, un camarada
pasando inadvertido
como un gesto de muerte en la pupila del espejo
que grita enmudecido en su agonía.




De la sonrisa displicente del último ajusticiado
aprendí mi odio a los espejos.
La sangre se detiene cuando todos
todos esperaban su torrente de luz en al caída.
Vidrio es ahora la saliva entre mis dientes
cuando el odio me brota del ojo sin eco
duro y reversible -muerto
tan muerto como esta luz opaca
que finge brillar tras cada lente.
(De su sonrisa amarilla de fotos
alguien muere presente en un vértice de ancestros)
Yo estoy donde no soy
y la córnea no siente
un cristal reflejante.




Tronco de miedo donde me detengo,
las raíces del horror han seguido tus huellas.
Tronco de miedo, tus hojas son muerte
y en mis ojos teje el demonio la red de su caída.
Come del fruto y descansa,
cuando ahora es nada, mañana no hay muerte.
No moverás tu boca y no mostrarás tus dientes,
callarás cada palabra tuya
y nadie escuchará tu grito
de horror
tapado y muerto.
(Encontré entre mis nervios un hermano,
paloma derrumbada,
y los ojos del aborto corrieron por mi sangre)
Tronco de miedo, tú alimentas tu sed
con el horror de todos.
El horror de mi hermano destrozado en la cloaca
y en la casa un niño está callado
recordando el verano dulcísimo del mundo,
y un día le dijeron: Ven, ven a ver las raíces en la arena,
buscan agua y no quieren morir.
Cuando las gaviotas partan habrá llegado el otoño y casi no andará savia por tus huesos. Pero eso dura poco. En esta playa siempre es primavera y aprenderás que el fruto del que comes subirá por las raíces a tus ojos.
Tronco de miedo, te querrías volcar sobre las olas
pero las raíces te lo impedirán
apresando otro fruto.
Tronco de miedo, las hojas del horror
devorarán toda primavera
entre las huellas siempre mudas de la playa.



Y te acercaste a tu hora última
con los ojos vacíos
y en las manos tu pupila
resplandeció de siete rayos y de siete colores
cuando abriste tu boca a la tormenta.
La voz que habías oído desde un dragón de espera
se enredó entre tus pies
(el hipopótamo se alejaba de ti hacia el pantano)
y arrancaste tus orejas y viste
sin Arcángel
la madeja de mentiras
y el vellón de dolor estaba intacto
y en tu grito final
tu sangre huyó de espanto
y sólo viste
un esqueleto azul y otra agonía.


II



Cuando el oscuro jinete, cuando
tu rayo -l Rayo-se cruzó con
mis ojos, que ya eran nácar,
y era de vidrio el mundo, era
tu voz la playa, y el mar
tus ojos ahogándose infinitos.
Y empecé entonces,
logré, comencé una vez a
verte, ver el mundo,
a ver
qué medieval, qué inútil-
mente delicado era mi cuerpo. Y
entonces fue que vi fue entonces
que te vi mudar el rostro,
vi tu piel que casi deshacía sus poros en la arena
y vi flores renales que estaban olvidadas en larguísimas espaldas
como playas. Yo
las vi que ya eran algas abiertas a mi boca
y entonces vi tu mano tomando mis cabellos y fue
que entramos para siempre en tu corcel al mundo submarino.




Si yo lograra que él me oyera, me sintiera,
si yo pudiera abrir los ojos ciegos tan pesados,
y hablarle largamente desde gargantas mudas,
a él que muchas tardes ha llorado en Bosques ya sin frutos,
a él que un día ha visto anochecer tras su perfil
a los hombres muertos de tristeza
y ha callado,
a él que ha soportado el peso de todos los abandonos
entre el barro frágil del camino hacia la muerte,
y si luego se lograra que él pusiera en mí sus ojos lentos
y me mirara hasta el fondo del silencio
y así se estara quieto
hundiéndome
despacio y para siempre
en sus fosas nocturnas

entonces bastaría tan sólo con tu nombre
-Lux Dei-
para sentirse salvo.




Cuando descendiste
o antes,
ya sin nombre todavía,
un año de retorno
-ahora-
yo te amé.
Y te amé en calendarios
más viejos que tu nombre, antiguos almanaques
gastados, amarillos como estampas de iglesias provinciales,
usadas por los años que miraron hastiados
el paso tedioso de otros años.
Pero fue tu nombre,
tu nombre el que nació algún mes de entre mis meses,
fue tu nombre el que surgió de mí penosamente un día
y conoció el límite de esferas y de hombres
y para siempre fue el patrón definitorio
de las fronteras de mi piel y el mundo.
Tu es veritas
y yo
solamente logré ser um hombre
cuando pude nombrarte desde estas azoteas abiertas a la nada.




En tus números era
-y yo lo supe-
el misterio de una nube
-inalcanzable, voluptuosa-
de alondras emigradas.
En el tu pelo negro ¾acaso azul
(¿o fue de sueño?)
anidó mi gaviota
en aros o volutas
que 3 veces -tres veces- era mío
este océano de pájaros de presa.




Noche larga se vuelve esta noche
de insomnio. Ella es azul y tibia como un pájaro
de ojos tan fijos y tan lentos como la lentitud de esta noche.
De las ventanas, de los coches que abajo corren y corren
suben los ojos de la noche. Ha trepado por los semáforos
tan fija y tan lenta como su mirada.
Y tras su silencio
nacen en el insomnio los tantos mensajes de tu nombre
tan hundido en mí. Tu mirada y tu nombre. Un eco
Estoy solo en este cuarto,
tirado sobre las mismas sábanas que te rozaron,
estoy solo y pensando: heraldo.
Y ya no eres un nombre. Eres
una y esa sombra aún quieta que empieza lentamente a remontarme
y hasta el viento del mar golpea en la ventana
dibujándote dentro de mis ojos.
Mensajero
ya todo estaría logrado
si el reflujo del mar
no te llevara.



III



Hay truenos silenciosos, casi dioses,
que esconden un instante túneles extraños al espacio
y son terribles mensajes como lápidas sin destinatario,
como ciertas letras de los libros
condenadas a un pavor incomprensible para siempre
o como aquellos hombres que han dado todo sonriendo
y en el preciso previo instante descubren impotentes
que fue la vida un espectáculo -music-hall
lastimado
-que ellos miran con ojos aterrados,
y atrás de los telones de la boîte un travestí fuma en silencio,
y de golpe ahora
alza el más horrible grito
porque sin querer tocó su sexo
y era un juego de espejos esa sombra
y vio que sus senos
eran bolsas cargadas de mentiras,
y los hombres vieron fetos
que nacían a través de cada herida
y corrían enloquecidos a romper los focos
hasta ver caer la última sombra sobre el público,
porque entonces casi fue posible
casi
hasta posible comprender
sin espejos de colores,
sin pantallas ver
que tras los flecos inquietos
había cosas,
cosas que nadie hubiera soportado,
imágenes tristísimas
que sólo las bestias hubieran podido mantener en su retina
y porque en ese instante todo fue ofrecido a un destinatario revelado
rojo de vergüenza
absurdo
absurdo como una revelación absolutamente irreparable.



No puedo aunque quisiera hablar de cielos-techos amarillos
-aunque sí gorriones desplumados-
o del polvo aquel que tú conoces porque fue en mi vida.
No puedo ya callar desde la boca anterior al silencio
ni cantar tras las casas de la calle adoquinada.
No puedo decir lo que no puedo
porque se hace imposible subir desde este barrio
(Se fue el último autobús.
Quedó ciego el farol de la estación)

Y el bulevar es largo como un aprendizaje.

No puedo decir cómo bajé
porque no puedo vivir lo que he vivido.
Las luces de la noche me persiguen
Y ahí, contra el muro de la fábrica,
me están encandilando y ya no veo.
Las gentes de este barrio me miran y no me reconocen; algunos observan en silencio los giros subitáneos del sol de madrugada. Los otros sólo callan porque me miran y no me reconocen.
Pero es noche todavía.
Un gorrión no canta en este barrio
y no se puede hablar lo que uno quiere.
Yo no puedo contarte
-el alquitrán de la bocacalle
me ha tocado la sangre-
Yo no puedo contarte esos muros secretos hundidos en mis manos

ni decirte que te amo
porque
no puedo decirte que
ya
3 gorriones han muerto fusilados
tras la verja de mi casa.




Por ideas engendradas entre oscurecidos gérmenes de locura,
por la esperanza cansada de sostener enigmas que no busca,
como una más antigua cruz que está cayendo pero
aún el viento nocturno la sostendrá en su palo,
por todos los caminos de todas las arterias,
por las sangres y el polvo
llega lento su signo de vacío.

Por las ciudades inmóviles cargadas de cenizas y de rostros,
por la voluntad ajena a lo que todos quisieron
y algunos encontraron,
por las huellas inventadas de aves sigilosas en desiertos vírgenes,
llega neutro y de nadie su silencio.

Por esta ausencia habitada de nombres acallados
llega mirando mi mirada por la nada.



Se la ve saltar entre los pasos de los adolescentes, crecer
en la hiedra más joven, en el musgo
asido a su montaña.
Se la ve en la piel de cada hombre
palpando,
se la ve en las hojas más verdes de los más altos pinos
vigilando por la noche a la tierra que nace de la tierra
y al mar que la devora
y otra vez se la ofrenda.
Se la ve escondida en todos los perfiles,
hundida en los ojos que le huyen,
complotando en los gestos más severos,
y en su guerra
se la ve correr por las banderas
y entrar en las puras, finales, desasidas palabras
tocando con sus manos
la caricia del hueso que nacerá en la sombra.



Lentamente
llegará. Como el verano. Hundiendo
poco a poco tu raíz entre la sombra.
Una piel amarilla te ofrecerá la mano
y un día pasará como los tantos,
pobre rayo de luz todo su barro. Barro
otra vez entre tus venas,
te hundirás en la hora de polvo en que lo humano aterra
y entre el barro verás la playa súbita
de aquella pesadilla en la que el Perro
el Perro
te mordió los huesos
y gritaste de furor en tu cuarto sombrío.
Buscarás en tus manos las sombras que veías
y será implacable el vacío de esos ojos
que lloraron de ira una mañana.
Entonces alguien volverá de su trabajo,
lejos los niños jugarán al escondite,
y cuando el sol se ponga en las ciudades
acabará en los bosques tu propia cacería.




Y fue un cadáver
yaciendo
y sobre la playa el miedo.
Lo encontraron bajo la espalda del otoño
-mi agua no te moja,
mi fuego no te quema. Estoy en el Camino
y alejado de todo, voy sin tiempo-
Lo vieron huir, y entre las dunas
ya no se movió
porque había hablado con su lengua eterna.
Ciudad de Mediodía,
olvidas a todos los que te recorrieron.
Playa de Horror, sin embargo
el cadáver yaciendo fue tu perfil
un día:
Era el día de los que contemplaron
hundidos en su noche
la más terrible aurora del Cosmos.
Pero el Extranjero presente
en los ojos del cadáver
había ya cantado su parcela de miedo
en su espantosa nostalgia meridiana.




Las pupilas más tristes lo verán venir
como un ladrón de sombras
-aurora,
ayer espada en el cilicio-
oculto entre lo negro de ojos iniciados.
(La noche de los santos
se había derretido en las palabras claves
cuando cerró la tarde)
Oíd,
oíd cómo enmudece la campana,
cómo suenan los verdes clarines del alba
y la voz nunca oída del relámpago.
Ah póstumo invitado
-Uriel entre los siglos-
y tu gratuita palabra de arcángel.



Esperando
desde oscuro designio,
esperando en su desierto de ojos
que devoran las formas de la piedra,
fantasma casi mundo sobre el rostro de arena.
Ah su olvido anacoreta de un tiempo que desprecia,
estable travesía,
no sonrisa o palabras que salen de la boca,
no alma, no toque de dos manos,
piedra -nunca espejo
piedra -arena un día
piedra.