POETA EN EL EDÉN
Algunos poemas de Poeta en el Edén (La Cabra Ediciones, México, y Civiles Iletrados, Maldonado, 2012).
POETA EN EL EDÉN
No, Señor,
nunca huiré del Paraíso, tengo en mí
la leche eterna de los padres y los hijos,
y escribo poemas para la nostalgia.
No, Señor,
nunca seguiré el rumbo imprudente
de los cuatro ríos, el que impele a los nautas
hacia el mar de monstruosas criaturas.
Habían podado las ramas de oro
que brillaban en el árbol de la vida.
Y ahora me llaman como almas.
No, Señor,
nunca comeré del árbol prohibido.
Apreté tantas veces en mi mano
las frutas suculentas. Aspiro
los perfumes seductores,
—Et d´autres, corrompus, riches et
triomphants—
Nada sabes de mis íntimos
paraísos artificiales, y te ofrezco las costillas
húmedas y turgentes
para que sigas modelando al mundo
mientras duermo.
Soy un niño inmenso
escribiendo dócilmente en el barro del Edén.
Tengo un muñeco de porcelana blanca.
Balbucea.
NUGATORIA
Te desafió la nuez, latía
tras la cáscara guerrera, un yelmo inmemorial
deslizando sobre el hule de la mesa.
La despensa huele a paraíso y apenas había yuyos
secos de la infancia, dientes de leche
en el estuche repujado con la piel de una serpiente
como recuerdo de batallas engañosas.
Te tientan las manos expertas en degüellos,
viejas guerras de amor, el ávido vaivén
en las nueces frágiles de Adán.
Será certero el golpe, sólo añicos belicosos,
cabeza rota de la nuez o la inocencia.
Y es pulpa amarga el corazón del fruto,
el que llegó con moho en las arrugas, tarde
a la cosecha de los hijos de Eva, los del polvo
que acecha en el regusto de una nuez.
ABEL
Juegan los dos niños. Hermano mío
tan exacto será el crimen, a ti
cabrán estas ciudades y los hijos,
y nos reiremos casi mareados
del carrousel. Dimos vuelta a los ríos
del Edén y vimos girar el globo
terrestre en el pupitre, un ecuador
obeso crujía sobre la esfera,
el calambre en la costilla de Adán.
Era como un vértigo, como un viaje
de regreso obediente rumbo al vientre.
Yo rumiaré con gratitud el pasto
de los nacidos para morir. Tú
trazarás con el compás ese círculo
donde otra vez me hundo. Hermano mío,
guardé el borrón de sangre prometida
en los lentos cuadernos de la infancia,
o eran pergaminos, piel mortal, versos.
Sólo quedó la bóveda del cráneo
y esa estrella solitaria. ¿Qué mira?
VERSO OCIOSO
Combino con distancia y con recuerdo,
existo poco y mal en el presente.
Vengo de lejos, pero sólo en sueños,
de cerca mi presencia se disuelve.
El sol que me ilumina es de topacio,
y en mi carta la luna es de papel
en áspero cuadrado con el astro
más opaco: mis tonos son pastel.
Escribo versos en endecasílabos
los días lluviosos (como es hoy) y llego
casi al presente donde me deslizo
recto hacia atrás en busca de sosiego.
Visto de cerca yo me desvanezco.
¿Música en mí? Sólo de las esferas.
Por la línea del tiempo huyo del duelo
de ese abismo en el hoy que nos acecha.
Lo aprendí en el camino del exilio:
duele el país real de la memoria
y nace como un hongo en otro sitio,
envenenado y que también acosa.
Y por eso hoy combino con distancia.
Cuando casi estoy vivo casi muero,
y casi escribo, torpe de añoranza,
un verso ocioso, ausente y con defectos.
EL GATO DE PLATÓN
Un
recuerdo para Hippolyte
Un gato contiene en sí
a todos los gatos
cuando salta hacia la gracia
secreta de un gato de Platón.
Entre el gato y su bigote
se engendró el acrobático
oráculo del brinco.
Y ahora danza colgado
del susto de ser todavía gato
y no la pura idea
que gira en la pirueta
de todos los gatos
que contiene
un gato.
ABURRIMIENTO
Una vez más el día
en este bajo mundo.
Me aburro en el jardín,
nadé en los cuatro ríos.
Me limo con esmero
las uñas de los pies.
Tengo mala salud
y he sido mal amante.
Soy muy mediano en versos:
nunca entré en el Edén
(ni en las antologías,
uruguayas al menos).
Para pasar el tiempo
puedo hablar de dolencias,
mi carné de salud
es de los veinte años.
“Altura: uno noventa,
Peso: setenta quilos”.
La foto en blanco y negro
es de un muchacho díscolo.
(Siempre me voy de tema
cuando hablo del amor)
Los hombres que me amaron,
con excepción de uno,
no tuvieron glamour
ni dejaron recuerdos
de mayor importancia.
Yo mismo -digo yo-,
de los muchos que fui
no quedará uno sólo.
(Una vez más el día
en este bajo mundo.
Me aburro en el jardín,
nadé en los cuatro ríos)
Soy sólo pensamiento
perdido en un jardín
que sueña ser Edén.
Sé que un mono me observa,
está sobre una rama.
Es eterno, calculo.
Y mientras, yo me aburro.
ENVIDIA
Moto perpetuo
un telón de fondo con Edén
desteñido. El envidioso y yo
tendidos sobre el césped. Fingimos cierta gloria
o digamos, un picnic con sardinas. Sagrado
era el pan. Yo festejo el día de la creación
con vino de agujas grueso. Él anhela
un Arco de Triunfo del desquite eterno.
¿Bebes?, ofrezco. Con el abridor de latas en la mano
recorto la palidez de la envidia. Dio gusto el odio
consumado, parecía el amor, con serpiente perseverante
enroscada en el neón: Next
Paradise.
Entre el infierno verde de utilería
él volverá a posar para la foto con la presa.
Me distraigo leyendo versos graves
y oigo palpitar la lata de sardinas.
Sé que el flash me eterniza preso a una sonrisa,
dientes como barrotes: yo observo tras ellos
un telón de fondo con Edén
desteñido. El envidioso y yo
tendidos sobre el césped. Fingimos cierta gloria
o digamos, un picnic con sardinas. Sagrado
era el pan. Yo festejo el día de la creación
con vino de agujas grueso. Él anhela
un Arco de Triunfo del desquite eterno.
¿Bebes?, ofrezco. Con el abridor de latas en la mano
recorto la palidez de la envidia. Dio gusto el odio
consumado, parecía el amor, con serpiente perseverante
enroscada en el neón: Next
Paradise.
Entre el infierno verde de utilería
él volverá a posar para la foto con la presa.
Me distraigo leyendo versos graves
y oigo palpitar la lata de sardinas.
Sé que el flash me eterniza preso a una sonrisa,
dientes como barrotes: yo observo tras ellos
un telón de fondo con Edén
…
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Los versos graves
Nadie vacila, como en el amor,
a la hora del odio.
El odio es la sola prueba
indudable
de existencia.
Eduardo Lizalde
GULA
Porque amo y porque admiro yo devoro.
¿Los otros no acumulan libros, mapas,
sellos, muñecos, fotos sin decoro,
amuletos, santos de porcelana?
No soy mero glotón que por su inri
consume en alimentos toneladas
ni soy el sibarita inverosímil
buscando una delicia innominada.
Mi deseo es el mundo en mis entrañas,
ostras vivas crispadas al limón,
el verde deslizarse de las plantas,
los peces venenosos del Japón.
Trago la selva en cada fina hierba
y se me entrega dócil un antílope:
de noche en el regusto de una cena
me apodero del sol en la planicie.
Quiero que el centro de mi cuerpo sea
túnel del mundo y fluya en él la vida.
La obra de Dios se expulsa en polvareda
pero antes la ensalivo y me acaricia.
Desamparado y vil, tan breve el cuerpo,
no busco el alimento, busco paz,
por dentro estoy vacío y es obeso
el pecador, el goce y el manjar.
DESAYUNO EN SANTO DOMINGO
Ahoga el viento caliente
la noche grávida de Santo Domingo.
Abrí las ventanas para dibujar
mi silueta irreal contra la madrugada,
soy transparente como la espera
del estallar del día. Austero
el desayuno, huevo a la copa,
hirviente el café amargo.
Y entonces vi la exacta
pinta carmesí sobre la yema.
En la bahía el sol en trance
para nacer del mar, la galladura
en el huevo sideral.
Trago la yema tibia
con su promesa roja, mi parte
de sol mientras ardo en el café instantáneo
y nazco una mañana más
hasta el final abrupto.
SANTO
DOMINGO MULATO
souvenirs de la Conquista , espectros íntimos
del siglo XVI en la
Hispaniola.
El me esperó tras el Alcázar de Colón
con el viejo walkman al oído
y una flor de caoba para la suerte.
Apresé su carne
y su alma
en mi boca,
mi hostia
sucia y sagrada.
Después me fui por la calle del Conde,
limpias las comisuras de los labios.
Un tambor escapaba del centro de la isla.
PARÉNTESIS
Cuando nací el sexo fue un destino. No se
puede elegir ser poeta.
De
las mujeres nunca amé a ninguna sin duda porque las amé en bloque. Fue un amor
largo y sin alegría. Ellas también me amaron sin deseo y sin gozo.
Las
miré con la nostalgia de una vida más bella. Cuando quise ser mejor quise ser
mujer.
Después
me olvidé. Devoré la costilla de Adán en la travesía del desierto. Fui hombre,
poeta, amé a otros hombres. Tuve hambre.
Llegué
a la playa de este mar eterno, al sur del Brasil. Mi olor es de sal virgen y de
yodo azul. Sé que una mujer devolverá al mar el pez con una moneda en la boca.
Ella
escribe mi poema. Yo aguardo.
LUJURIA
La chair est triste, hélas, pero ¿y la fantasía?,
¿y es mental un pecado si usamos los sentidos?
Por los nueve agujeros del cuerpo, como un guía,
un vértigo fue abriendo las llaves del alivio.
No es el apelo mudo de la especie en el tiempo
que nos habla de lejos como de un deber último.
Ese goce no tiene ni locura ni exceso,
es el dios de los hijos, el secreto del mundo.
A ti, vieja lujuria, te cometí tan poco
y tanto algunas veces, fui más allá del sexo.
Hubo hombres que me amaron, y el amor no es vicioso,
pero a ti te entregué la otra faz del deseo
donde se desvanecen Actos contra naturam
(cuando yo me perdía en las nalgas de Eros)
y hoy palpo en tus palabras -concupiscencia impúdica-
y mi vicio más íntimo acaba en desenfreno.
IMPUDICITIA
En mi lecho no has sido
el mejor de los amantes, Fabio,
ni has brillado en la guerra
ni en las cacerías.
Pero en el claro de luna
yo lamo el semen de la noche
en tu cuerpo de hombre joven.
Tú te dices poeta
y, aunque no me lo perdones,
Fabio, el poeta soy yo.
EL AVARO
Atesoro los bienes de este mundo
como prendas del otro que me espera.
Sé que mi dividendo es infecundo:
reboza desamparo mi cartera.
Sudo frío y me toman por astuto,
por desprecio persigo la riqueza.
Palpo en cada moneda el absoluto,
leo en la muerte como en un poema.
Y mido las palabras, cuento sílabas
como centavos o como minutos.
Almaceno los restos de la vida
(guardo una perla en mis dedos enjutos).
Es avidez, es ambición, codicia.
Y no es nada, es el miedo diminuto
de un Dios que en mí esconde su avaricia
y yo, inconcluso, ayuno y acumulo.
Por su culpa y su abuso yo calculo
los días que me faltan en la cuenta,
la incertidumbre de metal la cubro,
y sólo acopio huesos y promesas.
IRA
Es palabra de Dios (verdad o no):
“El colérico atiza las pendencias”,
Proverbios 29.22,
alimenta con yesca las querellas.
Furia de aire, demencia en miniatura,
la ira vuela. El odio es melancólico,
se enreda su raíz en la cordura.
La ira, si en el agua, es maremoto.
El odio no envejece, se renueva,
renace cada día en los riñones,
no vive de la cólera y la queja,
se cultiva en paciencia y urde el golpe.
El exilio es de ira acumulada.
Construyes una casa sin objeto.
Golpeas a una puerta, está cerrada.
Quieres gritar pero no tienes cuerpo.
Y el versículo sigue imperturbable:
“el iracundo multiplica crímenes”.
Te siegan la inocencia con el sable
e indignado y solo, ¿quién te redime?
NO
(...)
Reverrai-je le clos de ma pauvre maison,
Qui m'est une province, et beaucoup davantage?
Qui m'est une province, et beaucoup davantage?
Joachim du Bellay
Ni cuando se olviden todos mis poemas
esqueletos del alzheimer,
secos como los tamarindos de la playa, el año
que los encontramos hechos pasto de termitas,
y porque el tiempo hace girar lenta la cuchara
en el plato de sopa de los viejos,
y son 26 letras impasibles de alfabeto.
Y cuando acabe de morir el mártir que me habita
atravesado por el venablo cierto
del que cambió los años por monedas
y registra los segundos que me restan
y aunque el ángel pertinaz de mi pobreza
vuelva otra vez como los mitos
o el perdón y la sangre
por la mano extendida con que espero.
Ni aun así.
CALLE RONDEAU
Fue cuando descendía por la calle Rondeau,
ocupo mi cuerpo como si él fuera un arcano.
Supe que entre el exilio
y la sinuosa ceremonia del exilio
huye el poema, resbala
Rondeau abajo
y yo lo sigo, lo acecho
hasta llegar al mar como a un destino.
Le hice tantas preguntas, sentado
al borde de los muelles. Me miro
los pies descalzos mientras oigo
mis preguntas deslizarse a mis espaldas
sobre la certeza silenciosa de los rieles
y la respuesta de los durmientes.
Practiqué muchos años
la ceremonia del té
y ahora desciendo la calle Rondeau,
soy recóndito, llevo
los hijos que no tuve arropados bajo el saco.
Los protejo de ese viento del mar
que hunde en la bruma el viaje persistente de los genes.
Sólo después cruzaré Agraciada
y tendré que reconstruir la calle Rondeau,
como si volviera a los nísperos de la infancia
o los del insomnio. Correré
sobre el cordón de la vereda
y pasarán la zapatería La
Molicie ,
la ferretería La Fuerza
del Destino,
la marmolería El Pensamiento,
y Cecilia me contará de la carbonería La Venus de Milo,
la vez que la asustó el camafeo gigante.
Yo sabía que alguien me acechaba,
alguien me observa frente al mar
porque soy y seré sin para qué, soy
más allá de la gracia de un Dios
y de las obras, como los corales
que no existen en la bahía
de Montevideo,
o como yo mismo
que tampoco existo
bajando la calle Rondeau
por mi cuenta y riesgo
sin otra red para saltar los años
y la calle Agraciada
sino este amuleto que compongo,
como si fuera un poema,
entre el té y las rosas té,
la íntima ceremonia de los rosales
hundidos en el mar
adonde hoy llego como la noche,
como los siglos,
como Antonio Luis Cortés Varela
y María Angélica Zambroni García
llegaron en un tren del 10 de mayo de 1966
para que él la besara, y después mamaba
en sus senos antiguos,
la asía con sus brazos
tensos de obediencia y mundo, apretaba
la palanca del tiempo,
cavaba con el pene, con los dedos, con la boca
como para hundirse en un tiempo
sin tiempo en que flotaba,
tal vez el mismo vientre, o aun antes,
y lloraba
de placer, decía,
lloraba frente al cuerpo
intransponible y dócil
y el coral del semen se le abría
para entregar la semilla que si germinara
haría nacer al mismo hombre
que baja la misma calle Rondeau,
siempre el mismo, desde la caverna
o antes. O desde las bóvedas de la ciudadela,
adonde ahora me refugio, acuno
a mis hijos no nacidos
y me abrazo a las rodillas
de todas las estatuas en la Estación Central
para que no me expulsen, ni impregnen mi tierra con sal estéril
ni maldigan otra vez mi estirpe
por las siete generaciones
que vigilan mi poema
y vuelva a cumplir mi ceremonia.
VIENTO DEL MAR
Está bien, ganó el viento. Ahora digamos
que he caminado por Montevideo
y hoy llego en sueños a la calle Jackson
esquina Durazno, el portal es ciego.
Portal sin puerta para que entre Alfredo,
y a cielo abierto el corredor, me espera
la humedad de una pieza donde puedo
ver la muerte peinando sus muñecas.
Unos en otros se encajan mis huesos
como recuerdos quebradizos, nombres
para tantear, medir si son espectros
Roque y Esther, Graciela, Juan o Jorge.
Está bien, ganó el viento (siempre gana),
no habrá más preguntas al Ubi sunt.
Una gaviota grazna, está extraviada,
y no sé si soy sombra u hombre aún.
MEDITACIÓN
Con
Graciela Míguez Ackermann en el recuerdo
Quien anuncia infortunio
dice aún esperanzas.
(Era esa la angustia)
Quien ya no puede más
puede toda una vida.
(Y es por eso que
esperan
la presa que retoza,
el cazador que apunta)
Late un siempre en el nunca
y un Sí en los No palpita.
(Un suicidio anticipa
la primera promesa)
Yo sé que no me aguardan
ni tú ni nadie entonces
y que tampoco yo
al menos esta tarde
conozco del futuro
otra cosa que el brillo
de la escopeta vieja
demente en el ropero
con su largo monólogo:
y hay un yo en todo tú.
(La fuerza de la vida
una vez más te asusta)
EN EL JARDÍN MODERNISTA
Cabe la fuente, decía
el poema de 1912
que leo un siglo después:
Cabe la fuente, y
entre la fuente escrita
y la que leo
yace inmenso y desnudo un dios de sueños.
Yo nadaba tras él como un delfín.
Sé que quedó cabe el dios
todo lo que tuve mientras navegué,
el manantial de lo que pensé tener y saber
de buena fuente,
y hoy me adormezco cabe la estatua
de los surtidores
implorando por un verso,
uno más para olvidarme,
cabe la fuente.
ALFREDO Y YO
Duerme bajo el firmamento
la paciente flora del invierno.
Yo también duermo en mi cuarto de pobre.
Del lado ciego de la almohada
otro Alfredo tirita, es un ala
o una sombra que prendí al alfiler
entre las hojas de herbario, un insomne
aprisionado en las nervaduras,
mi fantasma transparente.
¿Qué haré contigo, Alfredo?
Afuera pasará un dromedario
por el ojo de la aguja, un milagro,
la larga letanía de tus santos
para escapar del laberinto,
tocar el infinito herido por la flecha
en la constelación de Sagitario
y siempre la tortuga en tu poema
ganaba la carrera.
Sobrevivo a cada noche
como un potro celeste
nutrido con alfalfa y con estrellas
mientras tú, Alfredo, hueles a hierbas viejas
en el cajón atiborrado de secretos.
Yo te olvido al despertar, sigo mi busca
obstinada en el pajar del mundo
y te reencuentro en la almohada
pinchado al otro lado de mi sueño.
VEJEZ
Llegaste a un país congelado
y tiritas.
Nunca estuviste en el Edén, Alfredo,
lo del odio de Dios será mentira
y hay golpes en la vida.
Abandona entonces la poesía
y ahora cuídate de esa tos de perro,
de ti mismo
y de las cóleras en frío.
ADÁN
Cuéntanos, padre Adán, ¿cómo se nace puro?
¿Amaste a tu mujer? ¿Cómo es tener virtudes?
Yo no tengo ninguna y por eso pregunto,
¿a qué olía el Edén? ¿Era su fruto dulce?
¿Por qué estaba prohibido? Un jardín con clausuras
fue un mal comienzo, Adán. ¿Serías como un niño?
¿Y por eso eras bello? ¿Tuviste un alma justa,
ardiente el corazón, prudente el apetito?
¿Para qué te crearon? ¿Para mostrar al mundo
humildad, diligencia, templanza, compasión,
castidad (y la Fuerza
en sentido profundo)?
¿Y acabar en pecado?, ¿caer en tentación?
¿No sabía tu padre que no resistirías?,
tan luego Él, tan sabio, que todo lo conoce.
Cuéntanos, padre Adán, ¿comiste con codicia
los frutos del pecado? ¿Recuerdas sus sabores?
Yo sé que te escapaste de velar una infancia
perdida en la memoria. Perdiste un paraíso
con un árbol cargado de imposibles manzanas,
y unos ríos bucólicos. ¿Tal vez sentiste alivio?
Hoy escribo estos versos y no espero respuestas,
son preguntas retóricas, no saldrá una mujer
ni un hombre ni un andrógino con sus falsas promesas
como de tu costilla tan llena de altivez.
Pero sé que estás solo, como se está en pecado,
materia de mis versos, nostalgia del Edén,
eres padre y hermano, el primer humillado
y siempre, siempre, siempre, el último a nacer.
DESPUÉS
Ahora tras el canto, después de la sirena,
cuando vuelve el silencio a remediar el mundo,
cuando la mano acerca su flor hacia la tierra
y puntea un poema profundo porque es mudo.
Y después de los siete pecados capitales
y de tantas virtudes a las que renunciamos
y de tantos errores, de los imperdonables,
y tan pocos aciertos a los ojos humanos.
(A los ojos de un Dios hemos de ser muñecos
sin voluntad ni fuerza, de la nada a la nada
no viajamos, el viaje nos lleva a pesar nuestro
y somos del destino los caballos de carga).
Y los que cometieron el pecado mortal
de no haber cometido pecado alguno, o casi,
porque el solo estar vivo es condena fatal
de un pecado anterior que hizo esta vida frágil.
Justos o pecadores, que poco importa al polvo,
grabamos nuestra muerte, la historiamos de olvido
para hacer de los huesos brillo ardiente en el lodo
y morder en la noche raíz de paraíso.
Vim conhecer os poemas, não li todos, mas os vários que li encantaram-me, poesia de qualidade. Outra hora completo a leitura. Abraço!
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