quarta-feira, 16 de junho de 2010

UN ESQUELETO AZUL Y OTRA AGONÍA


El poema UN ESQUELETO AZUL Y OTRA AGONÍA (EBO, Montevideo, 1973)




Cependant c’est la veille. Recevons tous les influx de vigueur et de tendresse réelle. Et à l’aurore, armés d’une ardente patience, nous entrerons aux splendides villes.
Arthur Rimbaud


I


Acuérdate también de los perdidos,
los de nadie o todos
-asaporte vacío, ojos ajenos-
por su mundo propio.
De los bellos, acuérdate,
mutilados en intransitables madrugadas.
Y de los fieles en su amanecer de espera,
como un cadáver yaciendo,
acuérdate.




Lo que han escondido las entrañas de la tierra,
lo que han buscado los hombres eruditos,
lo que ha subido por las ramas y los pájaros
y ha llegado a mis ojos,
lo que ha girado la tierra en el circuito
de un infierno asumido en el silencio,
el tiempo y la distancia de un anhelo,
el mundo oscurecido de los padres
que traen a la luz padres de hijos
que traen a la luz otros de nuevo

hasta llegar a estos hombres.

Y entre ellos esta vida respirando secretos a un tiempo que se ahoga,
este tiempo dormido en los recuerdos,
alguien que camina apresurado con Homero en la memoria
porque no tiene fuerzas para adivinar los signos del polvo,
alguien que llora con llanto de ojos y de huesos,
alguien que odió y que hasta ha amado,
este angustiado que calló entre los dientes sus gritos de pavor,
este dueño de sus dos metros de tierra,
este hombre, aquí, entre otros hombres.




Por el puñal del grito de otro día
la madrugada es cruel como lágrimas ocultas
en su cama de sonidos.
Ah su sonrisa,
una mano de amor dada a la muerte,
subiendo por llamas de pestañas
cuando no es luz, no es fuego
-emonio casi abismo-
una condena trivial y pavorosa
un trance pasajero
un deber que el niño terminaba
y a la cama
y así pasó otro día en su promesa
una nota, una traición, un camarada
pasando inadvertido
como un gesto de muerte en la pupila del espejo
que grita enmudecido en su agonía.




De la sonrisa displicente del último ajusticiado
aprendí mi odio a los espejos.
La sangre se detiene cuando todos
todos esperaban su torrente de luz en al caída.
Vidrio es ahora la saliva entre mis dientes
cuando el odio me brota del ojo sin eco
duro y reversible -muerto
tan muerto como esta luz opaca
que finge brillar tras cada lente.
(De su sonrisa amarilla de fotos
alguien muere presente en un vértice de ancestros)
Yo estoy donde no soy
y la córnea no siente
un cristal reflejante.




Tronco de miedo donde me detengo,
las raíces del horror han seguido tus huellas.
Tronco de miedo, tus hojas son muerte
y en mis ojos teje el demonio la red de su caída.
Come del fruto y descansa,
cuando ahora es nada, mañana no hay muerte.
No moverás tu boca y no mostrarás tus dientes,
callarás cada palabra tuya
y nadie escuchará tu grito
de horror
tapado y muerto.
(Encontré entre mis nervios un hermano,
paloma derrumbada,
y los ojos del aborto corrieron por mi sangre)
Tronco de miedo, tú alimentas tu sed
con el horror de todos.
El horror de mi hermano destrozado en la cloaca
y en la casa un niño está callado
recordando el verano dulcísimo del mundo,
y un día le dijeron: Ven, ven a ver las raíces en la arena,
buscan agua y no quieren morir.
Cuando las gaviotas partan habrá llegado el otoño y casi no andará savia por tus huesos. Pero eso dura poco. En esta playa siempre es primavera y aprenderás que el fruto del que comes subirá por las raíces a tus ojos.
Tronco de miedo, te querrías volcar sobre las olas
pero las raíces te lo impedirán
apresando otro fruto.
Tronco de miedo, las hojas del horror
devorarán toda primavera
entre las huellas siempre mudas de la playa.



Y te acercaste a tu hora última
con los ojos vacíos
y en las manos tu pupila
resplandeció de siete rayos y de siete colores
cuando abriste tu boca a la tormenta.
La voz que habías oído desde un dragón de espera
se enredó entre tus pies
(el hipopótamo se alejaba de ti hacia el pantano)
y arrancaste tus orejas y viste
sin Arcángel
la madeja de mentiras
y el vellón de dolor estaba intacto
y en tu grito final
tu sangre huyó de espanto
y sólo viste
un esqueleto azul y otra agonía.


II



Cuando el oscuro jinete, cuando
tu rayo -l Rayo-se cruzó con
mis ojos, que ya eran nácar,
y era de vidrio el mundo, era
tu voz la playa, y el mar
tus ojos ahogándose infinitos.
Y empecé entonces,
logré, comencé una vez a
verte, ver el mundo,
a ver
qué medieval, qué inútil-
mente delicado era mi cuerpo. Y
entonces fue que vi fue entonces
que te vi mudar el rostro,
vi tu piel que casi deshacía sus poros en la arena
y vi flores renales que estaban olvidadas en larguísimas espaldas
como playas. Yo
las vi que ya eran algas abiertas a mi boca
y entonces vi tu mano tomando mis cabellos y fue
que entramos para siempre en tu corcel al mundo submarino.




Si yo lograra que él me oyera, me sintiera,
si yo pudiera abrir los ojos ciegos tan pesados,
y hablarle largamente desde gargantas mudas,
a él que muchas tardes ha llorado en Bosques ya sin frutos,
a él que un día ha visto anochecer tras su perfil
a los hombres muertos de tristeza
y ha callado,
a él que ha soportado el peso de todos los abandonos
entre el barro frágil del camino hacia la muerte,
y si luego se lograra que él pusiera en mí sus ojos lentos
y me mirara hasta el fondo del silencio
y así se estara quieto
hundiéndome
despacio y para siempre
en sus fosas nocturnas

entonces bastaría tan sólo con tu nombre
-Lux Dei-
para sentirse salvo.




Cuando descendiste
o antes,
ya sin nombre todavía,
un año de retorno
-ahora-
yo te amé.
Y te amé en calendarios
más viejos que tu nombre, antiguos almanaques
gastados, amarillos como estampas de iglesias provinciales,
usadas por los años que miraron hastiados
el paso tedioso de otros años.
Pero fue tu nombre,
tu nombre el que nació algún mes de entre mis meses,
fue tu nombre el que surgió de mí penosamente un día
y conoció el límite de esferas y de hombres
y para siempre fue el patrón definitorio
de las fronteras de mi piel y el mundo.
Tu es veritas
y yo
solamente logré ser um hombre
cuando pude nombrarte desde estas azoteas abiertas a la nada.




En tus números era
-y yo lo supe-
el misterio de una nube
-inalcanzable, voluptuosa-
de alondras emigradas.
En el tu pelo negro ¾acaso azul
(¿o fue de sueño?)
anidó mi gaviota
en aros o volutas
que 3 veces -tres veces- era mío
este océano de pájaros de presa.




Noche larga se vuelve esta noche
de insomnio. Ella es azul y tibia como un pájaro
de ojos tan fijos y tan lentos como la lentitud de esta noche.
De las ventanas, de los coches que abajo corren y corren
suben los ojos de la noche. Ha trepado por los semáforos
tan fija y tan lenta como su mirada.
Y tras su silencio
nacen en el insomnio los tantos mensajes de tu nombre
tan hundido en mí. Tu mirada y tu nombre. Un eco
Estoy solo en este cuarto,
tirado sobre las mismas sábanas que te rozaron,
estoy solo y pensando: heraldo.
Y ya no eres un nombre. Eres
una y esa sombra aún quieta que empieza lentamente a remontarme
y hasta el viento del mar golpea en la ventana
dibujándote dentro de mis ojos.
Mensajero
ya todo estaría logrado
si el reflujo del mar
no te llevara.



III



Hay truenos silenciosos, casi dioses,
que esconden un instante túneles extraños al espacio
y son terribles mensajes como lápidas sin destinatario,
como ciertas letras de los libros
condenadas a un pavor incomprensible para siempre
o como aquellos hombres que han dado todo sonriendo
y en el preciso previo instante descubren impotentes
que fue la vida un espectáculo -music-hall
lastimado
-que ellos miran con ojos aterrados,
y atrás de los telones de la boîte un travestí fuma en silencio,
y de golpe ahora
alza el más horrible grito
porque sin querer tocó su sexo
y era un juego de espejos esa sombra
y vio que sus senos
eran bolsas cargadas de mentiras,
y los hombres vieron fetos
que nacían a través de cada herida
y corrían enloquecidos a romper los focos
hasta ver caer la última sombra sobre el público,
porque entonces casi fue posible
casi
hasta posible comprender
sin espejos de colores,
sin pantallas ver
que tras los flecos inquietos
había cosas,
cosas que nadie hubiera soportado,
imágenes tristísimas
que sólo las bestias hubieran podido mantener en su retina
y porque en ese instante todo fue ofrecido a un destinatario revelado
rojo de vergüenza
absurdo
absurdo como una revelación absolutamente irreparable.



No puedo aunque quisiera hablar de cielos-techos amarillos
-aunque sí gorriones desplumados-
o del polvo aquel que tú conoces porque fue en mi vida.
No puedo ya callar desde la boca anterior al silencio
ni cantar tras las casas de la calle adoquinada.
No puedo decir lo que no puedo
porque se hace imposible subir desde este barrio
(Se fue el último autobús.
Quedó ciego el farol de la estación)

Y el bulevar es largo como un aprendizaje.

No puedo decir cómo bajé
porque no puedo vivir lo que he vivido.
Las luces de la noche me persiguen
Y ahí, contra el muro de la fábrica,
me están encandilando y ya no veo.
Las gentes de este barrio me miran y no me reconocen; algunos observan en silencio los giros subitáneos del sol de madrugada. Los otros sólo callan porque me miran y no me reconocen.
Pero es noche todavía.
Un gorrión no canta en este barrio
y no se puede hablar lo que uno quiere.
Yo no puedo contarte
-el alquitrán de la bocacalle
me ha tocado la sangre-
Yo no puedo contarte esos muros secretos hundidos en mis manos

ni decirte que te amo
porque
no puedo decirte que
ya
3 gorriones han muerto fusilados
tras la verja de mi casa.




Por ideas engendradas entre oscurecidos gérmenes de locura,
por la esperanza cansada de sostener enigmas que no busca,
como una más antigua cruz que está cayendo pero
aún el viento nocturno la sostendrá en su palo,
por todos los caminos de todas las arterias,
por las sangres y el polvo
llega lento su signo de vacío.

Por las ciudades inmóviles cargadas de cenizas y de rostros,
por la voluntad ajena a lo que todos quisieron
y algunos encontraron,
por las huellas inventadas de aves sigilosas en desiertos vírgenes,
llega neutro y de nadie su silencio.

Por esta ausencia habitada de nombres acallados
llega mirando mi mirada por la nada.



Se la ve saltar entre los pasos de los adolescentes, crecer
en la hiedra más joven, en el musgo
asido a su montaña.
Se la ve en la piel de cada hombre
palpando,
se la ve en las hojas más verdes de los más altos pinos
vigilando por la noche a la tierra que nace de la tierra
y al mar que la devora
y otra vez se la ofrenda.
Se la ve escondida en todos los perfiles,
hundida en los ojos que le huyen,
complotando en los gestos más severos,
y en su guerra
se la ve correr por las banderas
y entrar en las puras, finales, desasidas palabras
tocando con sus manos
la caricia del hueso que nacerá en la sombra.



Lentamente
llegará. Como el verano. Hundiendo
poco a poco tu raíz entre la sombra.
Una piel amarilla te ofrecerá la mano
y un día pasará como los tantos,
pobre rayo de luz todo su barro. Barro
otra vez entre tus venas,
te hundirás en la hora de polvo en que lo humano aterra
y entre el barro verás la playa súbita
de aquella pesadilla en la que el Perro
el Perro
te mordió los huesos
y gritaste de furor en tu cuarto sombrío.
Buscarás en tus manos las sombras que veías
y será implacable el vacío de esos ojos
que lloraron de ira una mañana.
Entonces alguien volverá de su trabajo,
lejos los niños jugarán al escondite,
y cuando el sol se ponga en las ciudades
acabará en los bosques tu propia cacería.




Y fue un cadáver
yaciendo
y sobre la playa el miedo.
Lo encontraron bajo la espalda del otoño
-mi agua no te moja,
mi fuego no te quema. Estoy en el Camino
y alejado de todo, voy sin tiempo-
Lo vieron huir, y entre las dunas
ya no se movió
porque había hablado con su lengua eterna.
Ciudad de Mediodía,
olvidas a todos los que te recorrieron.
Playa de Horror, sin embargo
el cadáver yaciendo fue tu perfil
un día:
Era el día de los que contemplaron
hundidos en su noche
la más terrible aurora del Cosmos.
Pero el Extranjero presente
en los ojos del cadáver
había ya cantado su parcela de miedo
en su espantosa nostalgia meridiana.




Las pupilas más tristes lo verán venir
como un ladrón de sombras
-aurora,
ayer espada en el cilicio-
oculto entre lo negro de ojos iniciados.
(La noche de los santos
se había derretido en las palabras claves
cuando cerró la tarde)
Oíd,
oíd cómo enmudece la campana,
cómo suenan los verdes clarines del alba
y la voz nunca oída del relámpago.
Ah póstumo invitado
-Uriel entre los siglos-
y tu gratuita palabra de arcángel.



Esperando
desde oscuro designio,
esperando en su desierto de ojos
que devoran las formas de la piedra,
fantasma casi mundo sobre el rostro de arena.
Ah su olvido anacoreta de un tiempo que desprecia,
estable travesía,
no sonrisa o palabras que salen de la boca,
no alma, no toque de dos manos,
piedra -nunca espejo
piedra -arena un día
piedra.


5 comentários:

  1. Una maravilla, pero una pregunta, es anterior o posterior a aquel texto que dice: "Fui embora, fui embora, ninguém viu, irmãos, ninguém viu o cavalo sobre a agua?" y están relacionados o es pura imaginación mia?
    Cálidos y fraternos saludos desde el frío sur

    Juan Angel

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  2. Juan Angel, este poema es muy anterior al del "Fui embora", bueno, el "Esqueleto" lo escribí allá por los últimos 60 y sólo me fui ("embora") en el 76. Leer el "Esqueleto" ahora, cuatro décadas después, me da cierto vértigo, ya en aquel entonces no era la poesía que se hacía, la poesía que se esperaba, digamos. Fue como un meteorito que cayó en la poesía uruguaya de aquel entonces (yo y los eclipses, parece sino eso de ir contra la corriente).

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  3. Sí, salió en mayo del 73, tan poco antes del golpe...

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  4. que bueno que es ud. fressia, por favor!!

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